Jorge Castañeda
Una de las tesis más socorridas estos últimos años a propósito de la migración mexicana a Estados Unidos es aquella llamada “net-zero” en inglés. Significa que desde unos nueve años a la fecha han salido de EU más mexicanos que los que han entrado, y que por lo tanto el “flujo neto” de mexicanos, sobre todo indocumentados, es nulo, y el “saldo” se ha estancado. Siempre he pensado que esa tesis es falsa: sólo se justifica si se considera que el millón y medio de mexicanos deportados por Obama desde 2009 constituyen retornos voluntarios. Ahora surgen datos adicionales que confirman mi escepticismo.
La tesis surgió del Pew Research Center. Descansaba en un fenómeno real de 2008-2009 —la profunda recesión norteamericana y la brutal caída de la industria de la construcción, donde trabajan millones de mexicanos— y en un estancamiento en la población indocumentada en EU, medida por las autoridades. Por razones de corrección política, y para contestarle a los Trump del mundo, que ya no hay migración mexicana a EU, sus adeptos decidieron aceptar los números brutos, y explicarlos a través de la menor demanda de fuerza de trabajo no calificada y mayores oportunidades de empleo en México (que nadie ha visto). Sus partidarios alegan, en ocasiones, que algunas empresas han encuestado a los “retornados” y al preguntarles si fueron deportados, responden que no. ¿En que mundo viven dichos encuestadores?
Las cifras de remesas publicadas por Banco de México el lunes desmienten esta tesis. Según Banxico, durante el primer semestre de 2016 las remesas alcanzaron el monto histórico de 13.1 mil millones de dólares, el mayor desde 2007, semestre del récord anterior. El promedio de cada envío durante el semestre fue el mismo que en 2015, y menor que en 2012 o 2007: 293 dólares. En cambio, el número de envíos ha aumentado sistemáticamente desde 2007: de 69 millones a 72 en 2012, a 85 millones en 2015, y ahora a un total anualizado de 89 millones.
O bien el mismo número de mexicanos manda más dinero, con mayor frecuencia; o bien se incrementó el número de personas que envían dinero. Es inverosímil un descenso en el número de mexicanos en Estados Unidos, y si se contabilizan las deportaciones, sigue habiendo un flujo enorme hacia el norte.
Desde 2012 señalé en The New York Times, con Douglas Massey, que otra explicación podía yacer en un mayor número de mexicanos en EU con papeles, y una posible y consiguiente disminución en el número de “sin papeles”. Los “documentados” ganan más, y pueden mandar más a sus familias en México.
Si hay más remesas que nunca, no puede haber menos mexicanos que se van, ni muchos mexicanos que regresan voluntariamente. Salvo quizás algunos jubilados, no me he topado, ni en México ni en EU, con un mexicano que haya vuelto para buscar oportunidades en México, o que conozca a alguien allá que lo haya hecho. De haber alguno, habría que construirle un monumento, ya sea por patriota, ya sea por ingenuo.