Creo que Xóchitl Gálvez tiene toda la razón en exasperarse ante la nube de consejos que le ofrecen sus asesores para los debates presidenciales. En efecto, cuando no se cuenta con un equipo compacto, homogéneo, imbuido de un espíritu de cuerpo construido a lo largo de varios años, la cacofonía de opiniones encontradas puede frustrar, o enloquecer, a cualquiera.