Por razones que no termino de entender, el ex presidente Carlos Salinas decidió incluir en su último libro pasajes dedicados a quienes llama "intelectuales orgánicos" -de casualidad todos colaboradores de esta página- para criticar, denunciar o de plano denostar a sus personas, su obra y sus actos. Siendo uno de esos cuatro, he respondido detalladamente las acusaciones que me dirige tratando, espero que con éxito, de mostrar que, o bien no revisó cuidadosamente su texto, o actuó de mala fe, ya que abundan errores de hecho en sus decires. Sobre el más grave lo menciono de pasada: México nunca votó a favor de una resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU que autorizara la invasión de Iraq por Estados Unidos e Inglaterra, ni en 2002 ni en 2003; nunca hubo tal resolución, porque Estados Unidos no tenía los votos necesarios para que fuera aprobada. La que sí se aprobó por unanimidad, incluyendo a Francia, China y Rusia, todos ellos con poder de veto, no sólo no permitía la invasión, sino que al contrario, obligaba a que Bush y Blair volvieran a la ONU para pedir permiso meses después. No se logró.Pero hay un tema que me parece más extraño y de fondo. Me refiero a la cuestión migratoria. Salinas dice: "[Castañeda] fue incapaz de negociar avances sustantivos en el tema migratorio". Por un lado es cierto; por otro su afirmación es parcial y mañosa. Desde los primeros debates sobre el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1990, varios mexicanos insistimos en que debía incluirse, a toda costa, la cuestión migratoria. Cuando no se hizo, seguimos luchando para que México planteara a Estados Unidos una agenda migratoria ambiciosa, que tomara en cuenta los intereses tanto de los mexicanos ya presentes y sin papeles, como de los que seguirían yéndose durante los siguientes dos o tres decenios. Y cuando tuve la oportunidad de llegar al gobierno con Vicente Fox, en el 2000, y traducir en políticas públicas estas tesis, lo primero que hice, efectivamente, fue planteárselo a Washington.Donde Salinas tiene razón es que no pude alcanzar esta meta. Ni yo ni Fox ni Bush ni Calderón ni Obama ni Powell ni Kennedy ni McCain ni nadie hasta ahora. No ha sido posible lograr lo que parecía factible en los primeros meses del sexenio de Fox y del primer cuatrienio de Bush, a saber, un acuerdo migratorio, o lo que después se llamaría una Reforma Migratoria Integral, que incluyera la legalización de los mexicanos indocumentados en Estados Unidos, y el establecimiento de un programa de trabajadores temporales que legalizara los flujos futuros. No se ha podido porque es extraordinariamente difícil hacerlo. Tan difícil que cuando finalmente se sometió a votación la famosa enchilada completa en 2006, la iniciativa McCain-Kennedy fue derrotada; y cuando volvió a debatirse una versión diluida en 2007, volvió a ser rechazada a pesar de los esfuerzos de todo el espectro ideológico norteamericano, del gobierno de México, y de varios gobiernos centroamericanos y del Caribe. Hoy el presidente Obama, de algún modo, ha aceptado que tampoco va a poder antes de su posible y deseable reelección en el 2012.Pero hay una diferencia fundamental entre Salinas y los demás, es decir, Fox, Calderón, Derbez, Espinosa y yo: nosotros sí tratamos y él no. Excluyó el tema migratorio del TLC, tanto para que no se incluyera el energético, como para no arriesgar su ratificación. Desperdició, quizás, la mejor oportunidad que México hubiera tenido en esta materia. Tampoco se lo propuso durante el año de su Presidencia posterior a la entrada en vigor del TLC, ni a lo largo de los 16 años subsiguientes, durante los cuales, como ex presidente de México, con prestigio y autoridad en Estados Unidos, ha dejado de lado ese tema en las múltiples conferencias y presentaciones que ha realizado. Yo prefiero haber tratado aunque no haya podido en estos casi 20 años de lucha; Salinas prefirió no tratar, para que no le dijeran que no pudo. Cada quien.www.jorgecastaneda.org; jorgegcastaneda@gmail.com