¿Stalin en Televisa? Jorge G. Castañeda16 Jul. 08 Santiago Creel pasó a formar parte de un selecto grupo de personas con los que jamás pensó que tendría algo en común. En ese elenco figuran, entre otros, León Trotsky, Nicolás Bukharin, Lin Piao y Carlos Franqui, por mencionar los más célebres. Sin embargo, no sólo integran el club personas sino también objetos: el cuarto misil iraní Shahab III disparado hace días es digno de esta mención. Hablamos de las personas cuya efigie fue borrada de fotos históricas, o en el caso del Shahab III, de objetos inventados gracias a la modernidad del photoshop.Como lo muestra Reforma el lunes 14, Creel vio difuminada o francamente borrada su imagen de un noticiero de Televisa el 2 de julio, seguramente por motivos semejantes a los que condujeron a la eliminación fotográfica de los personajes citados. Por supuesto que Televisa no busca clavarle un piolet a Creel, fusilarlo en Chapultepec 18 o condenarlo al exilio. Pero el efecto es el mismo: si el personaje estorba borrémoslo; y por supuesto que ni Stalin, Mao o Castro necesitaron del photoshop.Creel ha sido declarado enemigo de la televisora y ésta procede en consecuencia. A él le extiendo la solidaridad y el apoyo que puedo (que es poco), como seguramente otros hubieran deseado recibir la suya cuando fueron víctimas del mismo tipo de ostracismo, censura, demandas, insultos y vetos por parte de la misma empresa, y cuando su situación permitía una solidaridad y apoyo mucho mayores. Es inaceptable que esto suceda con Creel, Corral, Calderón, AMLO, un servidor o con quien sea, aunque ahora les suceda a personas como Creel y AMLO, que en otro momento se beneficiaron de las preferencias, predilecciones o apuestas políticas de la empresa (y como Creel, AMLO y ahora Calderón, la beneficiaron).Todo esto viene a colación -además de la coincidencia con el maquillaje fotográfico iraní y la extraordinaria serie de fotos del domingo 13 en el NYT que incluía a Stalin en compañía de Bukharin, Molotov y otros- por la discusión generada en torno al recurso de amparo interpuesto por los "intelectuales" convocados por Federico Reyes Heroles y conducido por Fabián Aguinaco contra la limitación a la libertad de expresión incluida en la pasada reforma electoral.Comparto plenamente, y lo dije mucho tiempo antes de la reforma, el principio de la no compra de spots por partidos políticos: prefiero mil veces el sistema francés o chileno de asignación de tiempos oficiales a los partidos y/o candidatos durante las campañas, que el sistema norteamericano que habíamos adoptado. Entiendo la intención de los legisladores de prohibir la compra de spots por "terceros", es decir ciudadanos, empresas, sindicatos, o particulares de cualquier índole, durante o fuera de las campañas electorales, para pronunciarse sobre temas políticos, ya que esa compra podría nulificar la prohibición de la otra compra.Pero coartar la libertad de expresión cerrando el acceso a los medios de comunicación masiva a organismos de la sociedad civil, grupos de ciudadanos de a pie, particulares y otros sectores de la sociedad, organizados o no, además de fortalecer en extremo a la partidocracia y entrar en un rumbo cuyo final desconocemos, es inútil en el contexto actual. Antes de explicarlo, quisiera insistir en un punto que signatarios del amparo como Héctor Aguilar Camín, o simpatizantes del mismo como Joel Ortega Juárez, han subrayado: no son sólo los ricos que pueden comprar tiempo quienes quedarían fuera de la jugada -los ricos siempre tendrán cómo estar dentro de la jugada- sino los pobres que, cuando se organizan, pueden efectivamente comprar espacios en los medios que de otro modo les estarían vedados (no todo es tiempo AAA en TV nacional).Insisto, el tema es la ineficacia de sacrificar libertad por impunidad, en este caso de la televisora. Mientras se vendan entrevistas, comerciales disfrazados como los de Ebrard o Peña Nieto, se golpee a los adversarios de los medios como ahora a Creel, o se produzcan manipulaciones tan vergonzosas de los noticieros y programas de la barra "inteligente" permanecerá la falta de equidad en las contiendas electorales, en los debates nacionales y en la lucha política. Sólo se podrá corregir esto, que es el fondo, no mediante censura o prohibición de compra, sino mediante la competencia (la famosa y ya nonata tercera cadena) y un código de conducta explícito, transparente y voluntario, asumido por los medios y que los comprometa a desterrar para siempre el photoshop, versión Stalin, versión Mao, versión Castro o versión Televisa.