Cuba está de regreso Por Jorge CastañedaCIUDAD DE MEXICO – Después de 47 años, la Organización de Estados Americanos, en su Asamblea General anual, revocó la exclusión de Cuba del organismo. Los llamados países ALBA (el acrónimo en español para la llamada Alternativa Bolivariana para las Américas), que incluyen a Cuba, Venezuela, Honduras, Nicaragua, Bolivia, Dominica y Ecuador, pudieron en parte aventajar -y en parte “chantajear”- a Canadá, Estados Unidos y las democracias latinoamericanas para que se reincorporara a Cuba. La OEA, sin embargo, impuso dos condiciones. Cuba debe solicitar explícitamente la reincorporación, y debe iniciarse un diálogo de acuerdo con las premisas de la Carta de la OEA y otros documentos básicos de la organización, y en consonancia con los principios en los cuales se basan esos documentos -sobre todo, la democracia y el respeto por los derechos humanos. Al igual que muchos acuerdos diplomáticos, el resultado dejó a todos un poco contentos y un poco desilusionados. Todos pudieron cantar victoria y nadie se vio obligado a admitir una derrota. Sin embargo, estos acuerdos son como las estadísticas o los trajes de baño escuetos: lo que muestran es menos importante de lo que ocultan. Dos consideraciones fundamentales vienen a la mente, y sus ramificaciones en países “dudosos” en América Latina, como El Salvador, son particularmente importantes. La primera consideración implica la conducta en materia de política exterior de los países del ALBA. Dado que los países más pequeños no actúan independientemente de Venezuela, y que el presidente venezolano, Hugo Chávez, no actúa sin la guía de Cuba en cuestiones de peso como éstas, hoy resulta claro que los cubanos y sus aliados no le darán un respiro al presidente norteamericano, Barack Obama, en cuestiones latinoamericanas. Tranquilamente podrían haber dejado pasar la asamblea de la OEA, dándole al nuevo presidente norteamericano más tiempo para preparar a su Congreso y a su opinión pública para una maniobra delicada. La cuestión clave aquí es cómo levantar el embargo norteamericano de casi 50 años al comercio, la inversión y el turismo a Cuba de manera unilateral, y hacerlo pasar al mismo tiempo como el resultado de una negociación. Los países del ALBA decidieron que no le concederían nada a Obama y, en cambio, intentaron arrinconarlo: o bien Estados Unidos cooperaba con el nuevo consenso de la OEA, enfureciendo con esto a ambas partes del lobby cubano-norteamericano y a la comunidad de derechos humanos al abandonar principios y compromisos, o bien Estados Unidos tendría que actuar solo (quizá con Canadá a su lado), lo que lo dejaría totalmente aislado en América Latina -lo último que quiere Obama. El grupo ALBA presionó para que se realizara una votación, o un acuerdo según sus términos, del cual luego pudiera hacer alarde ante el mundo y la opinión pública doméstica. Obama no tuvo otra opción que cooperar. La segunda consideración es que este comportamiento continuará. La razón parece bastante clara: Cuba necesita desesperadamente ayuda internacional y no hay demasiados lugares donde pueda conseguirla. Las esperanzas de que Brasil y China le suministren efectivo a Cuba se hicieron trizas como consecuencia de la crisis financiera y la geopolítica internacional. Y Chávez, a pesar del reciente incremento de los precios del petróleo, ya no puede darse el lujo de subsidiar a Cuba como lo hizo durante los años de apogeo. Así las cosas, los cubanos parecen albergar la esperanza de encontrar recursos en otra parte, y la única posibilidad, por remota que parezca, es el Banco Interamericano de Desarrollo. En principio, para ser miembro del BID, hay que ser miembro de la OEA, y allí tal vez resida el motivo por el cual Cuba insistió tan tenazmente en regresar, y por el cual se sintió defraudada cuando no obtuvo una readmisión incondicional. De todos modos intentará forzar a sus aliados para que presionen por alguna suerte de asociación con el BID, al mismo tiempo que radicaliza su postura en otras partes, como lo está haciendo en El Salvador. De hecho, el nuevo presidente salvadoreño, Mauricio Funes, fue elegido en la fórmula del FMLN, el partido que sucedió al antiguo grupo guerrillero de extrema izquierda de los años 1980 y 1990. El es un izquierdista moderado y moderno que se identificó abiertamente con el presidente brasileño Lula y con Barack Obama, y no tanto con Chávez. Pero su partido es tan cercano a Cuba y Venezuela como se puede ser. En un enfrentamiento sobre la composición del gabinete justo antes de asumir el poder el 1 de junio, ganó la vieja guardia del FMLN, amenazando con llevar el conflicto a las calles. Los cubanos, nicaragüenses y venezolanos tampoco le darán respiro a Funes: creen que la historia está de su lado y que ahora es el momento de presionar por todas las cuestiones a la vista. Probablemente tengan razón, hasta cierto punto, porque la segunda lección de la asamblea de la OEA tiene que ver con el comportamiento de las democracias latinoamericanas, principalmente México, Brasil, Chile y Colombia. Estos países intentaron darle cabida a Estados Unidos (se rumorea que Obama llamó por teléfono a Lula y le pidió ayuda), pero de todos modos no se mostraron dispuestos a romper con Cuba y Venezuela para aliarse abiertamente con Estados Unidos. No lo harán en lo inmediato, sobre ninguna cuestión que pueda surgir, si esto implica una confrontación con los países del ALBA. Fidel Castro lo sabe, y sacará ventaja del débil compromiso de las democracias con los derechos humanos y la democracia. En cada país donde el conflicto está presente o está surgiendo (Bolivia, Guatemala, El Salvador, Paraguay y Ecuador), la extrema izquierda presionará con dureza, las democracias mirarán para otro lado y Obama cederá (como sucedió en la OEA) y pagará un precio político interno, o se distanciará de América Latina, por miedo a parecer aislado. Así se habrá perdido la oportunidad magnífica de un nuevo comienzo en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina. Jorge G. Castañeda, ex ministro de Relaciones Exteriores de México (2000-2003), es profesor global distinguido de Política y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Nueva York. Copyright: Project Syndicate, 2009. www.project-syndicate.org Traducción de Claudia Martínez