Dentro de cuatro días tendrá lugar la convención del Partido Republicano en Tampa. Como en todas las convenciones políticas de EU desde hace casi medio siglo, no habrá sorpresas. Mitt Romney será el candidato Republicano a la Presidencia y Paul Ryan, congresista ultraconservador por un distrito del estado progresista de Wisconsin, será su compañero de boleta como candidato a la vicepresidencia. Huelga decir que una semana después, en la convención demócrata, en Carolina del Norte, tampoco habrá sorpresas. Los candidatos volverán a ser Barack Obama y Joseph Biden.Lo interesante del cónclave republicano no es la candidatura de Romney, algo que se sabía desde hace meses, sino la designación de Ryan. Es una especie de anti-Sarah Palin, al menos en algunos aspectos: es inteligente, domina los expedientes, es articulado y, aunque quizás no sea tan sexy como ella, no canta mal las rancheras, con su abdomen de lavadero. Sin embargo, su selección por Romney delata dos intenciones preocupantes sobre un candidato republicano que debió haber sido un aspirante moderado, de la costa este de EU, sensato y cosmopolita.Primera preocupación, la más señalada: Ryan es un ultraconservador en materia fiscal y económica. Es autor de un proyecto de presupuesto alternativo en extremo de derecha, no sólo para el año pasado sino para el decenio que viene. Pretende recortar un enorme monto del gasto federal, y prácticamente excluye cualquier tipo de incremento de impuestos. No quisiera decir que es lo de menos, porque no ha habido desde Jack Kemp, candidato a la vicepresidencia con Robert Dole -el fantástico promotor/anunciante de Viagra-, un candidato tan conservador en materia fiscal como Ryan. No lo dicen sus adversarios, sino instituciones apartidistas y especializadas de contabilidad y auditoría de gran prestigio en EU (algo así debiéramos tener en México, como señala, entre otros, mi amigo Luis González Ortega, contador y candidato a la vicepresidencia del Instituto Mexicano de Contadores Públicos). Aunque todo mundo sabe que aun si Romney ganara, su programa económico no sería el de Ryan, y si lo fuera, no sería aplicado porque los contrapesos en EU simplemente no lo permiten.Lo más grave son las posturas "sociales" de Ryan, lo que en México llamaríamos culturales, y cuya llegada al máximo Poder Ejecutivo en EU representaría un enorme retroceso en uno de los países más tolerantes y liberales del mundo. Ryan se opone a todo: al aborto, a cualquier tipo de legalización de las drogas, a la separación de Estado e Iglesia y, como lo ha señalado Genaro Lozano, a una actitud cada vez más tolerante de la sociedad norteamericana en su conjunto frente a la vigencia de distintos estilos de vida. Romney no era así, por lo menos como gobernador de Massachusetts, aunque quizás como mormón lo haya sido (pero conviene subrayar el carácter tolerante y abierto, por ejemplo, de las comunidades mormonas mexicanas en estados como Chihuahua). Ahora no sólo Romney se alineó con el conservadurismo fiscal y macroeconómico del llamado Tea Party de EU, sino que también compró el boleto "archi-mocho" de la derecha estadounidense.Creo que la apuesta de Romney va a resultar errónea. Sin duda movilizará a la base republicana, conservadora, reaccionaria y antediluviana de un país donde existe un sector minoritario, pero importante permeado de esas convicciones. Pero también enajenará a un número suficiente de mujeres, jóvenes, afroamericanos, latinos y gente pensante que lo hará perder la elección, incluso por un margen más amplio de lo que la situación económica de EU ameritaría. Sacar a votar a la ultraderecha es una buena idea, a condición de no perder el centro. Sacar a votar a la ultraizquierda es una buena idea, a condición de no perder el centro. Romney sacará a la ultraderecha pero perderá al centro. Por cierto, ¿quién movilizó a la ultraizquierda pero perdió al centro en un país cercano a EU?