Como suponía, a muchos miembros del Servicio Exterior Mexicano no les gustó mi artículo de la semana pasada; otros me dieron la razón de que como principio general es buena idea que el titular de la Cancillería no sea del SEM. Para tratar ahora de equilibrar mi visión crítica de la carrera diplomática mexicana, y de todas las del mundo, quisiera compartir algunas reflexiones para fortalecer seriamente a la Cancillería en un momento crítico de México en el mundo.A estas alturas creo que nadie puede contradecir la tesis sobre la deteriorada imagen de México. Puede haber discrepancias sobre los motivos (negligencia de regímenes antepasados, guerra del régimen pasado o mala suerte) pero no sobre el hecho; también se pueden discutir las consecuencias -menos turismo, inversión extranjera directa, exportaciones y remesas- o considerar que todos estos efectos no tienen esa causa. Pero la pregunta es qué hacer y no detenerse en explicaciones. La disyuntiva es relativamente clara.En México, como en muchos países, la relación con el mundo reviste varios aspectos. Obviamente el diplomático y el financiero, pero en nuestro caso hay aristas que no necesariamente son comunes a todas las naciones. Para México, por ejemplo, el turismo, la cultura, la emigración y las remesas son fundamentales de nuestra relación con el exterior. También, la inversión extranjera, a diferencia del comercio exterior, tiene una trascendencia muy particular y vivimos una contradicción delicada: la economía mexicana es una de las más abiertas del mundo donde el comercio exterior es cerca del 60% del PIB, pero la IED apenas rebasa el 1.5%. Hasta ahora, desde los cambios de los años 80 que dieron al vínculo con el exterior una trascendencia que no tenía en el pasado, se ha mantenido la misma estructura gubernamental: el turismo lo maneja Sectur y el Consejo de Promoción Turística. La promoción comercial se ha manejado en Bancomext o ahora en ProMéxico, pero siempre con una vinculación muy estrecha con la Secretaría de Economía, en donde también se ubica la unidad negociadora de acuerdos comerciales. La SRE ha tenido siempre una dirección de asuntos culturales internacionales, pero desde que existe Conaculta, esta institución ha tenido una dirección de asuntos internacionales. De tal suerte que el conjunto de factores que inciden para bien o para mal en la imagen de México, y/o que traducen en hechos concretos la naturaleza de esa imagen, es una estructura dispersa. Si agregamos a todo ello el que es la SRE a través de sus cerca de 50 consulados en Estados Unidos quien mantiene la relación directa con las comunidades en ese país, pero que es Gobernación a través del INM quien se vincula con los paisanos que regresan o con los centroamericanos en tránsito, se demuestra un ejemplo más de esa dispersión que hoy ya es disfuncional.Por ello quizás en vista de la importancia que Peña Nieto le dio en su libro al soft power, a la proyección cultural de México en el mundo, así como el compromiso 20 del Pacto a propósito del relanzamiento de los institutos de México en el exterior, más la presencia de un internacionalista en Conaculta, y de un economista en Relaciones, se pueda operar una transformación de esa dispersión. Lo ideal, en mi opinión, sería unificar buena parte de estas funciones en la Cancillería: ProMéxico, CPTM, relaciones culturales internacionales y negociaciones comerciales internacionales. Entiendo que a los titulares de las dependencias despojadas de atribuciones, plazas y presupuesto, esto no les agradaría. También se podría hacer lo mismo con una Secretaría de Economía fortalecida, o con una nueva dependencia dedicada exclusivamente a las relaciones internacionales no políticas o no diplomáticas. Si esto tampoco fuera factible, el nuevo gobierno podría al menos intentar una coordinación intersecretarial permanente y no necesariamente realizada desde Los Pinos, entre pares y de las estructuras que tienen que trabajar juntas para remontar la cuesta.