Este domingo sucedió algo interesante en Francia. En la segunda vuelta —la que no tenemos en México, pero igual los franceses no entienden— de unas elecciones importantes, los candidatos socialistas en varias regiones —dos de ellas con cabecera en Lille y Marsella— que llegaron en tercer lugar en la primera vuelta se retiraron a favor de los aspirantes del partido de derecha, Les Républicains, encabezado por Nicholas Sarkozy, que llegaron en segundo lugar. Los votantes siguieron a sus dirigentes, y casi dos terceras partes de los electores socialistas votaron por la derecha. Por una simple razón: para impedir el triunfo de la extrema derecha de Marine Le Pen y el Front National. Perdió todas las regiones.
Este sentido de Estado, tan evidente en gente como François Hollande y su primer ministro Manuel Valls, es producto de una larga tradición gala —sucedió en 1998 en los comicios presidenciales contra el padre de Le Pen—, pero también porque se ha creado un consenso en la Europa democrática que el peligro principal para la convivencia europea es esa extrema derecha del FN y del primer ministro húngaro, por ejemplo. Ha surgido también un creciente acuerdo de que Donald Trump en Estados Unidos representa un peligro semejante, no solo para Washington.
Jefes de gobierno como Valls y David Cameron de Reino Unido se han manifestado abierta y explícitamente contra las ideas de Trump. Cameron dijo el miércoles que su propuesta de cerrar la entrada a Estados Unidos a musulmanes no americanos era “estúpida, divisiva y equivocada”. Valls dijo: “El Sr. Trump, como otros, atiza el odio y la confusión”. Hasta Benjamín Netanyahu de Israel condenó la idea de Trump, y para todos fines prácticos lo obligó a cancelar una visita a su país. Varios gobernantes árabes o musulmanes de otras regiones han hecho lo mismo.
A la larga, pronunciamientos como estos, de gobiernos con una larga tradición diplomática, contribuirán a forzar a determinados sectores, incluso conservadores, en EU a deslindarse de Trump por razones de política exterior. Ex presidentes, ex secretarios de Estado, de Finanzas, de Justicia Republicanos sentirán que, al mantenerse Trump como puntero —el lunes llegó a 41% en una encuesta nacional— deberán intervenir para que su país no quede aislado en el mundo, en un momento tan delicado, por culpa del empresario. Hasta pueden llegar a respaldar a candidatos repugnantes para ellos, con tal de evitar un triunfo de Trump en el partido, ya ni se diga en la Casa Blanca. Lo harán en parte por un sentido de Estado en materia de política exterior, al escuchar voces extranjeras prestigiadas.
La pregunta que me queda es por qué México, tan ofendido por Trump como los musulmanes, no ha dicho nada a través de su gobierno. Sin eufemismos, sin miedo, sin pena. Nuestra voz pesa, pero no silenciada.