Jorge Castañeda
Ayer, la medición de Real Clear Politics sobre el promedio de encuestas de intención electoral en EU arrojó la brecha más pequeña a favor de Clinton sobre Trump en un par de meses: 1.8%. RCP no siempre establece una diferencia entre la calidad de distintas encuestas ni sobre los distintos grados de impacto mediático que cada una tiene, pero es la mejor medición que existe en EU. Gracias a eso sabemos que hay un serio riesgo de que Trump pueda ganar la elección.
Si la brecha entre Clinton y Trump fuera aún de 4-5 puntos, ella estaría a salvo de uno de los posibles imprevistos: una enfermedad más grave, un atentado terrorista en EU o en Europa, un descalabro en uno de los debates, o un nuevo escándalo de corrupción o encubrimiento de la candidata demócrata. Con la elección prácticamente empatada, sería improbable que ella pudiera sobrevivir a cualquiera de estos acontecimientos. Para todos los fines prácticos, el resultado de la elección está en el aire.
Hace un año empecé a alegar que la candidatura de Trump no solo era viable, sino que podía ser presidente. Lo hice a tal grado en lo referente a que alcanzaría la postulación republicana que gané varias apuestas. No le apostaría hoy a Trump, pero…
He insistido que no podía descartarse la posibilidad de que ganara en noviembre. Huelga decir que ni las autoridades mexicanas, ni la comentocracia, ni buena parte de la academia, atendieron las advertencias que varios hicimos.
Esto no significa que la absurda decisión de invitar a Trump a México deba verse bajo una luz diferente. Fue un error monumental cualquiera que sea el resultado de la elección. Porque no solo hicimos el ridículo ante el mundo; no solo nos enemistamos con Trump al violar, según él, el acuerdo de no hablar de quién iba a pagar el muro; sino que su viaje a México parece haber sido el punto de partida de su redespegue en las intenciones electorales.
No hay nada que hacer para evitar su triunfo. Lo que sí se puede hacer es arrancar un proceso de discusión en México, de consulta por parte del gobierno y de información sobre las posibles consecuencias de una victoria de Trump. El error de Peña no fue adelantarse a los hechos, sino adelantarse mal. Ojalá no se cometa ahora el error opuesto.