Jorge Castañeda
La muerte de seis militares a manos de presuntos narcos y sicarios en las afueras de Badiraguato, Sinaloa, hace unos días, ha desatado una ola de comentarios y denuncias justificadas. No existe razón alguna para no extender el mismo sentimiento de horror hacia la muerte de militares a manos de criminales que a la de simples ciudadanos cuando eso sucede. Es incomprensible, por ejemplo, la negativa de la bancada de Morena en la Cámara de Diputados a observar un minuto de silencio por la muerte de los soldados.
La cosa es menos clara del lado de los comentarios. Es obvio, como lo ha dicho Aguilar Camín, que el discurso del secretario de la Defensa en la ceremonia luctuosa de los caídos en Sinaloa contiene elementos de “hartazgo”, desesperación, impotencia y rabia. Por parte del Ejército se explica. Por parte de quienes hoy se sorprenden de que esto siga ocurriendo en México se justifica menos. Por dos sencillas razones.
1) No hay motivo para pensar que en los diez años transcurridos desde que Calderón declaró su guerra contra el narco tengamos mayor capacidad civil —federal, estatal y municipal— para combatir a quienes se desea combatir. La Policía Federal es un poco más grande, pero aún insuficiente. Las policías estatales y municipales siguen siendo el mismo desastre.
No hay ninguna evidencia de que haya aumentado la capacidad de las municipales y estatales para enfrentar al llamado crimen organizado. Por tanto, no hay más remedio que recurrir al Ejército: la única opción que tuvieron Zedillo, Fox, Calderón y Peña, aunque Zedillo y Fox tuvieron la sensatez de no ir a la guerra, y Calderón y Peña la insensatez de hacerlo. No existe hoy ninguna duda posible de que el próximo presidente recibirá un aparato de seguridad idéntico al de sus predecesores: fuerzas civiles disfuncionales y fuerzas militares cansadas, desmoralizadas y desubicadas.
2) No habrá una policía nacional única, con las suficientes dimensiones de recursos, hasta que no se decida retirar al Ejército del combate día a día.
Mientras exista la opción de recurrir a los militares, no se construirá esa policía. Como diría Borges, todo lo demás es literatura.