Jorge G. Castañeda
En varios ámbitos se ha criticado el encuentro entre Peña Nieto y Trump en Hamburgo, desde antes de que tuviera lugar, y por supuesto después del mismo, al comprobarse lo que muchos habían previsto. Las razones de la crítica de buena fe eran que no hay nada controlable con Trump y que era altamente probable que de nuevo sucediera algo que transformara la reunión, por muy bien “planchada” que estuviera, en un fiasco. Otros, los de menor buena fe, han comentado, con mayor o menor ironía, que todo esto era obvio y que para qué juntarse.
El verdadero problema aquí es otro. Por razones propias del sistema político mexicano, del chip priista de los funcionarios de este gobierno, y de la poca pericia de la mayor parte de la comentocracia mexicana en materia internacional –con notables excepciones–, no es fácil que un presidente o su canciller le filtren a columnistas conocedores e influyentes las verdaderas razones de una decisión de política exterior, sin asumir la argumentación pertinente. Esto sucede en todos los países democráticos del mundo, y hasta en algunos autoritarios como China. Es una forma ya consagrada a la vez de informar y de poder negar el carácter oficial de la información.
Desde luego que no tengo la menor idea de las verdaderas razones por las cuales Peña Nieto y Videgaray decidieron llevar a cabo esta reunión con Trump en Hamburgo. Pero si a mí me hubieran preguntado, hubiera respondido lo siguiente. Es conveniente la reunión, no porque tengamos la certeza de que vaya a salir bien, incluso tomando en cuenta la elevada probabilidad de que salga mal, sino porque debe compararse este encuentro con los otros posibles. Partiendo de una premisa: no era, ni es, factible que el Presidente de México pase los últimos dos años de su mandato sin reunirse con el nuevo presidente de EU.
Trump tomó posesión el 20 de enero; Peña se va el 30 de noviembre de 2018; entre una fecha y otra transcurre un año y 10 meses. No es concebible que no se reunieran ni una sola vez. Aceptando esta premisa, las opciones eran evidentes. O bien se llevaba a cabo este encuentro en Hamburgo, al margen del G-20. O bien en el marco de la Asamblea General de la ONU. O se podía realizar la reunión en la próxima conferencia de APEC, que siempre tiene lugar en los últimos meses del año, en un contexto prácticamente idéntico, con casi el mismo número de participantes que el G-20. O Peña viajaría a algún punto de EU (Washington, Mar-a-Lago o alguna otra ciudad) donde se reuniría con Trump. O Trump viajaría a alguna ciudad mexicana para reunirse con Peña, tomando en cuenta que no pareciera ser una gran idea que vuelva a venir a nuestro país.
La reunión del G-20, la de la ONU o la de APEC son más o menos equivalentes; probablemente convenía ésta mejor que las otras dos, pero no hay ninguna razón para suponer que alguna de ellas hubiera evitado los escollos o nos hubiera ahorrado las probabilidades de un incidente.
La del viaje de Peña a EU sería mucho más difícil de manejar –se trataría 100% del terreno de Trump–; y la de Trump viniendo a México no quiero ni pensar en las complicaciones que entrañaría. De tal suerte que la decisión de Peña y de Videgaray, no fue, en mi opinión, e insisto, no tengo la menor idea cuál fue su opinión, en optar entre una buena opción y una mala, partiendo de que era inevitable un encuentro entre Trump y Peña antes de la salida del segundo. De las opciones posibles, ésta, Hamburgo, era el mal menor. No porque estuviera “planchada”, no porque fuera perfecta, no porque había condiciones óptimas para su celebración, sino únicamente porque eran menos malas esas condiciones que las otras opciones.
Esto es lo que alguien de Los Pinos y de Cancillería debió haberle filtrado a uno o varios columnistas y comentaristas de radio o de televisión sin atribución a la fuente, pero con la autoridad que tiene el columnista gracias a sus accesos. Simplemente atribuiría la versión a una fuente autorizada, de alto nivel del gobierno de México. Si esta es la explicación, debió haberla sido. Como esto no se puede hacer en México, ahora resulta que el gobierno se halla indefenso frente a los ataques de varios orígenes a su reunión con Trump, que en efecto no salió bien, pero que, si podía salir mejor, que alguien diga cómo.