¿Hay agenda 2012?Jorge G. Castañeda3 Sep. 09Reforma El presidente Calderón tuvo el buen juicio de no restringir su mensaje de ayer a la reseña de logros, aun si hubiera sido breve. Expuso afortunadamente un bosquejo de agenda para la segunda mitad de su sexenio, cosa que se agradece, en un país cuya vida política se caracteriza por la ausencia de discusión programática. Habría mucho que decir sobre cada una de las 10 propuestas; y de qué hablar en su falta de concreción o carácter principalmente abstracto; pero hay suficiente carnita para discutir dos o tres medidas seriamenteLa primera es el punto dos: establecer una cobertura universal de salud independientemente de la posición económica de las personas. Se trata aparentemente de una versión quizás acotada y quizás distorsionada pero igual de interesante que la propuesta de Santiago Levy de crear un sistema universal de protección social para todos los mexicanos. De alguna manera a través de la expansión monumental, del Seguro Popular, de Oportunidades y menos recientemente del IMSS e ISSSTE, ya la gran mayoría de los mexicanos cuentan con algún tipo de cobertura. Sin duda habría que universalizarla a los que no; sin embargo, frente a la propuesta de Levy, aquí falta el seguro contra el desempleo y suprimir el sistema de parches que alienta la informalidad. No es un mal principio pero es sólo eso.Los puntos número nueve y 10 sobre la seguridad y la reforma de las instituciones pueden resultar interesantes; aunque adolecen de las mismas virtudes. "Convocar a que discutamos qué modelo de organización policial requiere México" es volver a la campaña de Calderón, cuando se pronunció a favor, por lo menos en teoría, de una policía nacional única y sustitutiva de las municipales y estatales. No se entiende muy bien si en esta ocasión se refiere, al hablar de modelo de organización policial, a aquella como una posibilidad, al haber comprobado después de casi tres años de gobierno que la complementariedad con las policías estatales y municipales es imposible; o simplemente se trata de perseverar en el inútil esfuerzo de coordinación. Y sobre todo, en esa discusión no se sabe cuál es la preferencia del Presidente.La inclusión de, por lo menos, la necesidad de una reforma política y una nueva reforma electoral es por supuesto elogiable. Pero de nuevo si no se aterriza en detalles, o si no aclara Calderón qué quiere él, al margen de lo que quieran los demás, difícilmente prosperará. A estas alturas, a pesar de la impopularidad de los temas, lo mínimo que se requiere en este ámbito es la reelección de legisladores, el referéndum para cambiar la Constitución y un dispositivo para crear mayorías en las Cámaras. La experiencia de los últimos 12 años -y de los próximos tres- no permite dudas: el diseño institucional actual no funciona en democracia y conduce a la parálisis que con toda razón rechaza Calderón. Existen antídotos, detectados en muchos países en muchos momentos. Hubiera sido deseable que Calderón los mencionara, los definiera y defienda en el futuro.En cualquier caso estas tres propuestas pueden entreabrir el debate sobre el programa de aquí al 2012, y sobre todo para el 2012. El presidente de la República puede ser "moderador en jefe de discusiones nacionales"; no tiene nada de indigno ese papel, aunque por supuesto no puede ser el único. Esto es un principio. Por desgracia donde parece ya haber un final, a pesar de referencias elípticas en las propuestas cinco y seis, es que emerja cualquier ambición antimonopólica para México en este sexenio. Pero mientras no exista esa ambición y no se traduzca en medidas, algunas de ellas requiriendo modificaciones legislativas o constitucionales, pero otras no, parece imposible alcanzar un crecimiento económico después de la crisis que aumente el empleo, reduzca la pobreza, y aminore la desigualdad. Esa audacia antimonopólica, en materia económica, sindical, mediática y política, brilló por su ausencia en el mensaje. Lástima. www.jorgecastaneda.orgjorgegcastaneda@gmail.com