Equipo de Rivales o de…/ 26 de nov 2008 En los últimos días el libro más citado por la prensa política de Estados Unidos ha sido el de Doris Kearns Goodwin de 2005, Team of Rivals, sobre la integración del primer gobierno de Lincoln en 1860. Kearns Goodwin, que ha escrito otras biografías presidenciales -algunas muy premiadas como las de Johnson y Roosevelt-, se refiere a la manera en que Lincoln escogió para formar su gobierno, en la víspera de la guerra de secesión, a quienes contendieron en su contra por la candidatura republicana ese año. El libro ha sido citado porque se supone que Obama lo ha leído con atención, y decidió inspirarse en el ejemplo de Lincoln para formar su propio gabinete, también en un momento de crisis, aunque no de la magnitud del preludio de la Guerra Civil a inicios de 1861. Quizás Obama lo ha leído también por otros motivos, Kearns Goodwin es cónyuge de Richard Goodwin, el héroe de la película Quiz Show, pero que sobre todo fue también uno de los principales "negros" de Kennedy (se entiende escribano) y uno de los principales asesores de política latinoamericana de Kennedy y Johnson, y junto con Arthur Schlesinger, de algún modo padre de la Alianza para el Progreso y el único funcionario de Estados Unidos que se reunió con el Che Guevara en Punta del Este, en agosto de 1961. Insisto en estos datos porque el ejemplo de Lincoln también es de alguna manera el ejemplo de Kennedy, empezando por su vicepresidente Johnson y seguido por otros miembros de su gobierno.¿Cuál es este ejemplo? Más que rodearse de rivales, aunque Obama lo ha hecho con sus contendientes a la candidatura demócrata -su vicepresidente, J. Biden; su secretario de Comercio, B. Richardson; su secretaria de Estado, H. Clinton- e incluso, como se especula, con funcionarios de la saliente administración Bush, como el actual secretario de Defensa, Robert Gates, que puede seguir en su puesto, con James Jones militar con altas responsabilidades con Bush en el cargo de asesor para Seguridad Nacional -aunque la idea que puede no prosperar será Powell como secretario de Educación. Pero no se trata sólo de tener rivales cerca, Lincoln, Kennedy y ahora Obama se rodearon de colaboradores que, además de haber sido adversarios, poseían un peso, una personalidad y una presencia nacionales o, en sus ámbitos de desempeño previos, más que distinguida. No necesariamente salieron bien las cosas: William Seward el secretario de Estado de Lincoln prácticamente lo traicionó; Robert McNamara, secretario de Defensa de Kennedy, hundió a Estados Unidos en la guerra de Vietnam. Pero todos eran colaboradores, como lo son los que ha escogido Obama, que no están necesariamente de acuerdo con él, ni entre ellos, y que tienen biografías que los han convertido en personajes nacionales, más allá de la coyuntura.Discreparán entre sí y sobre distintos temas. Por ejemplo, aunque son vecinos el secretario de Comercio, Richardson, de origen latino, y la secretaria de seguridad interior, J. Napolitano, gobernadora de Arizona, tendrán posiciones distintas sobre el tema migratorio; H. Clinton y si permanece Gates en el Pentágono discreparán sobre la rapidez con la que deba llevarse a cabo la salida de Iraq y la entrada a Afganistán y en su caso a Paquistán. Tim Geithner, el secretario del Tesoro, probablemente sostenga posiciones por lo menos ligeramente distintas a las del principal asesor económico de Obama, el ex presidente de Harvard Larry Summers, porque todo el mundo sostiene posiciones distintas a las de Summers. Y todos éstos serán contradictores leales, disciplinados pero vigorosos con el propio Obama cuando crean que se equivoque. Es el caso también de los principales integrantes del staff de la Casa Blanca, que por definición no han construido aún un perfil nacional propio como los integrantes del gabinete.Esta forma de construir un gobierno no es necesariamente idónea. En primer lugar puede generar lo que bajo el régimen de Fox se llamó "efecto Montessori", donde a veces parece que cada quien hace lo que quiere. Esto puede, en segundo lugar, conducir a una cacofonía de mensajes y posiciones en una coyuntura que requiere de gran consistencia en la comunicación gubernamental. En tercer lugar, para alguien como Obama, que encierra los vicios y virtudes del político con vocación intelectual, o del intelectual con vocación política -entre los que figura la indecisión y la reflexión permanente-, escuchar demasiadas opiniones divergentes puede ser un dilema. Y, en cuarto lugar, como me lo dijo hace poco un ex secretario de Estado, por ejemplo, en ese cargo es indispensable nombrar a alguien a quien se puede despedir sin demasiados costos -todo indicaría que el costo hipotético de correr a H. Clinton sería alto. Pero la estrategia tiene indudables ventajas. El Presidente nunca está solo ni encerrado en un círculo íntimo; hay quienes lo defiendan en público y den la cara por él; nunca faltará quien le manifieste sus desacuerdos o propuestas alternativas; y si es alguien como Obama, muy seguro de sí mismo, se verá fortalecido y no paralizado por la diversidad de voces.En México se han recorrido ambos caminos en las últimas décadas. Algunos presidentes -López Portillo, Salinas, Fox- vivieron esa pluralidad con o sin la intención de hacerlo. El primero con figuras como Reyes Heroles, Ibarra, Galván López, De la Madrid y Castañeda; el segundo con Gutiérrez Barrios, Aspe, Zedillo, Camacho y Hank González; otros -Zedillo y sobre todo De la Madrid y Calderón- siguieron el otro sendero: el de la uniformidad monocromática y disciplinada, pero en ocasiones deslucida y obsecuente. Como dijo un amigo: el dream team de Obama puede convertirse en la tripulación del Titanic, pero el Gymboree disciplinado no vacuna contra el naufragio.