Obama sin drama Jorge G. Castañeda17 Dic. 08No se puede afirmar que se trate de una tradición en el sentido fuerte de la palabra. Pero desde 1924, cuando Elías Calles se encontró con Coolidge en Washington D.C., ha habido varias reuniones entre el presidente mexicano en funciones o electo, y el Presidente electo de Estados Unidos. La segunda fue en el puente fronterizo entre Ciudad Juárez y El Paso, en enero de 1981, entre López Portillo y el presidente electo Reagan; otro en Houston en noviembre de 1988 entre Bush padre y Carlos Salinas, origen del llamado espíritu de Houston; una más en Austin en enero 1993 también entre Salinas y Clinton; la más reciente entre el presidente electo Fox y los dos candidatos a la presidencia de Estados Unidos, Gore y Bush hijo en agosto del 2000.Los encuentros fueron en el marco de una "relación especial" entre México y Estados Unidos, debido a la vecindad o a una coyuntura crítica y sólo se acompañaban de encuentros parecidos con el primer ministro de Canadá o con el de Israel. No se acaba el mundo si no se lograra el encuentro entre Calderón y el Presidente electo Obama. Pero sí, de alguna forma, sería visto como una ruptura con esta costumbre que se ha venido imponiendo, y que ha permitido que arranque la relación entre dos gobiernos nuevos o uno ya en funciones y el otro nuevo, sobre una base más sólida.Por razones que tienen que ver con el viejo fondo antiprotestante, antiliberal y antiamericano del catolicismo mexicano del siglo XIX, existe una corriente dentro del PAN que siempre ha mirado al norte con mayor desconfianza y renuencia que las que de por sí guardamos todos los mexicanos. Asimismo, es evidente que Calderón ha buscado un deslinde fácil y aparentemente barato con Fox al alejarse de Estados Unidos y acercarse a América Latina. A nadie escapa que esa visión priista del lugar de México en el mundo trae buenos réditos con el PRI y el PRD, que en esto son lo mismo. A todo ello se debe el hecho ya comentado e insólito de que hayan transcurrido más de dos años del mandato presidencial calderonista sin que el presidente de México haya visitado la capital de Estados Unidos. Y huelga decir que no es sustituible una estancia en Washington con encuentros bilaterales en otras latitudes. Washington es la Cámara de Representantes, el Senado, los medios, la academia, las ONG, los sindicatos, es decir el conjunto de poderes formales y fácticos de sociedad política y civil de Estados Unidos.Sería un golpe espectacular que se diera la reunión entre Calderón y Obama en Chicago o en algún lugar a medio camino. Probablemente se trataría del único mandatario extranjero recibido por el Presidente electo. Sin duda revestiría algunos inconvenientes políticos -como poner en la mesa ahora temas como la seguridad y el narco, la revisión del TLC o la crisis automotriz- pero esas desventajas se compensarían por la noticia mundial de ser el primer y el único jefe de Estado en encontrarse con Obama durante la transición. En ese sentido sería más que deseable que los esfuerzos puestos en práctica para que esto suceda se coronen de éxito y permitan además rectificar la inclinación hacia McCain que se dio durante la campana.Pero como todos los golpes mediáticos, sobre todo en lo internacional, tendría un costo que seguramente Calderón ya valoró. Habiendo sido objeto de una deferencia muy especial por parte de Obama y habiendo suscitado, por consiguiente, un cierto malestar entre otros jefes de Estado que podrían pensar que la relación de su país con Estados Unidos reviste la misma importancia que México -se me ocurre el Reino Unido, Israel, Canadá, China- el evento postergaría por un tiempo una visita de Estado de Calderón a Washington. Todos los demás mandatarios se sentirían mano y con algo de razón. Si a esa reacción posterior al periodo de transición le agregamos el tiempo que Obama va a dedicar a la crisis económica, a sus viajes al exterior y a agarrar las riendas del gobierno, sí hay un cambalache perverso. Ahorita, Calderón vería a Obama y sólo a Obama: a ningún miembro de su gobierno, salvo al consejero de seguridad, James Jones, ya que ningún secretario habría sido confirmado; no vería ningún senador o congresista; y la atención de los medios sería muy relativa por la Navidad. Y además, esto empujaría la visita a Washington hasta después de septiembre u octubre, y colocaría a México en una situación inédita: que haya pasado la mitad del sexenio de Calderón sin visitar la capital del país con el cual tenemos cerca del 90 por ciento de nuestras relaciones internacionales: comercio, inversión, migración, turismo y remesas.