Qué tan grave es la crisis Jorge G. Castañeda4 Mar. 09 De conversaciones sostenidas en los últimos días y semanas con mexicanos, norteamericanos y europeos, he podido confirmar algunas intuiciones previas y rectificar algunas nociones equivocadas que había formulado en tiempos recientes. Sin citar a los autores de algunas de estas ideas, pero pidiéndoles de antemano una disculpa por compartirlas a los lectores sin atribuírselas personalmente, quisiera esbozarlas aquí.La primera. Las dos economías que pintan en el mundo -EU y China- son la imagen inversa o espejo la una de la otra. EU ahorra poquísimo y consume muchísimo; China posee la tasa de ahorro más alta y sus consumidores, en promedio, son de los más involuntariamente frugales del mundo. EU puede consumir y deprimir su ahorro porque el consumo chino es tan magro que su gobierno cuenta con inmensos recursos que le permiten financiar, a través de la compra de papel del gobierno de EU, las parrandas norteamericanas. Lo que no está claro es la dirección de esta causalidad. La tesis convencional es que fluye de EU a China: porque los americanos gastan tanto es que los chinos les exportan tanto y ahorran. Pero podría ser al revés: EU "se acomoda" a la frugalidad china "porque pueden". En otras palabras, la causalidad corre del ahorro excesivo chino al consumo excesivo norteamericano y no al revés.Si esto es así, no hay salida de la crisis mientras los chinos no gasten más y los americanos no gasten menos, o si se prefiere, mientras los chinos ahorren menos y los americanos ahorren más. Ambas cosas tardarán en gestarse y producirse, y en el corto plazo provocarán más turbulencias y ajustes en la economía mundial que remedios o tranquilidad.La segunda. Difícilmente habrá otro país en el mundo que se vea tan afectado y durante tanto tiempo por la crisis norteamericana que México. Nuestro grado de integración a la economía de EU es mayor que el de Canadá (vía turismo, migración y remesas), que China (por los mismos conceptos), que Japón (donde EU prácticamente no invierte). No hay "decoupling" y los límites de cualquier acción contracíclica son muy estrechos: quien piense o anuncie que México puede ir contra la corriente frente al tsunami que viene del norte, miente o no sabe. Pero cuidado: el impacto de la crisis de EU además a agudizar las debilidades estructurales de la economía mexicana agudiza el retorno al viejo fantasma de siempre: el déficit de la cuenta corriente. Otra vez nos falta dinero porque nuestras exportaciones se caen, pero menos que las importaciones; el volumen y precio del petróleo cae; el volumen y el gasto del turismo cae; las remesas caen en dólares -aunque no en pesos-; y por el lado de la cuenta de capital, la inversión extranjera disminuye y el crédito externo se seca. Ésta no es ni mucho menos la única explicación del derrumbe cambiario de los últimos días, pero conforme los actores económicos van detectando estas debilidades, sus dudas se acrecientan.La tercera. Como se ha repetido hasta la saciedad, resulta indispensable adoptar medidas de corto y largo plazo simultáneamente; de coyuntura y estructurales; económicas y sociales; y de reforma de las instituciones políticas. Pensar que con el minimalismo gradualista, o con el gradualismo minimalista, pueda el país crecer a las tasas necesarias para no perder todo lo que se ha logrado en los últimos 13 años y seguir avanzado a partir de esa base, es en el mejor de los casos iluso. Pero pensar que por lo menos se pueden recuperar las mediocres tasas de estos años con simples medidas anticíclicas, puntuales, a destiempo y dispersas, es igualmente iluso. No es el momento de muchas reformitas chiquitas y viables, sino de grandes reformas deseables y necesarias.La cuarta. Sin polo la brújula no funciona, y sin brújula, se pierde el rumbo. El país requiere de dos o tres grandes proyectos sociales, o de infraestructura, o internacionales, o, y sobre todo, antimonopólicos, que ordenen y orienten todo lo demás. Sin la gran visión plasmada en realizaciones completas, va a ser imposible movilizar a la población en torno al enorme sacrificio que va a implicar salir adelante. Menciono sólo ejemplos: crear una red de protección social única para todos los mexicanos financiada por el fondo fiscal central; escoger una o dos magnas obras de infraestructura, algunas cuyo esquema inicial se remonta al siglo antepasado; promulgar una ley de emergencia nacional con un claro límite en el tiempo para obviar los procesos de licitación, asignación y responsabilidades de funcionarios públicos con el motivo de agilizar obra pública en el país; iniciar la discusión sobre la Unión Monetaria de América del Norte para alcanzarla en el transcurso del próximo decenio; reformar las instituciones políticas del país para dotar a un Ejecutivo fuerte y democrático de una mayoría sólida y cohesionada en el Congreso, o si la mayoría es opositora que igualmente pueda gobernar; y emprender una vigorosa acción antimonopólica en el sector público y privado, de la vida sindical, de los medios de comunicación, en la arena electoral y en el poder comentocrático.Ninguna de esta lista de ideas es especialmente original ni fácil de realizar. Han sido mencionadas por otros y han tendido a ser rechazadas por su inviabilidad política. Aquí no se trata ni de inventar el agua tibia, ni de menospreciar la complejidad política del momento y de cada uno de estos planteamientos. Pero sí se trata de insistir en la magnitud del reto que enfrenta el país al hundirse, en gran medida por motivos ajenos, en una espiral descendiente que por el momento no tiene fondo, aunque haya quienes persistan en un optimismo beato totalmente desvinculado de la realidad. www.jorgecastaneda.org; vcorreo electrónico: jorgegcastaneda@gmail.com