Danton, anti-Danton Jorge G. Castañeda13 Ago. 09Reforma En un texto de comienzos de semana Jesús Silva-Herzog Márquez escribía que le resultaba interesante la propuesta de referéndum programático que Manuel Rodríguez y el que escribe publicamos en Enfoque, pero que de algún modo el planteamiento colocaba, al menos tácitamente, a Calderón en una especie de muerte en vida durante la segunda mitad del sexenio. Y argumenta que la solución no sólo estriba en construir una agenda programática para Calderón y el 2012, sino en modificar el régimen institucional mexicano. Se refería a la no reelección presidencial y a la duración del mandato actual. Tiene razón, también eso debe ser parte del debate.Un mandato único de 6 años, sin andamiaje institucional y electoral que genere mayorías legislativas al principio o a la mitad, constituye un desastre en potencia. Lo es aún más si el porcentaje de votos obtenido es exiguo (50% para Zedillo en 1994, 43% para Fox en el 2000, 35% para Felipe Calderón en 2006), y si las circunstancias económicas, internacionales y sociales se tornan especialmente adversas en la segunda mitad de un sexenio. Esto le sucedió a Zedillo a partir de 1997 con la caída en el precio del petróleo; no fue el caso para Fox y por eso la segunda mitad de su sexenio fue mejor en términos económicos que la primera, y en el caso de Calderón todo parece indicar que las dos mitades van a ser complicadas en lo económico, por lo menos.El tema de la reelección presidencial es complejo. En teoría todo parece indicar que el mejor esquema es el de dos periodos consecutivos de 4 años, como en EU, Brasil, Colombia, Argentina o casi igual en Francia (que son dos de 5 años). El problema es que desde inicio de los 90 las democracias latinoamericanas comenzaron a dejar atrás su fobia por la reelección e introducir este esquema. Con la posible excepción del segundo intento de reelección de Fujimori en Perú en 2000, ningún Presidente en funciones que ha buscado ser reelecto ha fracasado. Menem, Cardoso y Lula, Chávez, Uribe, Correa, Fujimori la primera vez, Evo Morales, en algunos meses: es un porcentaje de bateo de mil. E incluso los intentos no consecutivos, como el de Leonel Fernández en República Dominicana, de Oscar Arias en Costa Rica y ahora quizás de Eduardo Frei en Chile, han desembocado en victorias.Aunque esta discusión es imprescindible, la otra es impostergable: qué hacer durante una segunda mitad de sexenio bajo el régimen y circunstancias actuales de México; y en el entendido -lamentable sin duda- de que la campaña del 2012 comenzó hace un par de semanas, como la del 2006 comenzó en 2003, y la del 2000 en 1997. Como difícilmente podrá realizarse un referéndum sobre la continuidad a secas, parece preferible desde ahora usar la función presidencial -como lo está haciendo Obama para su reforma de salud- para convencer al país de la necesidad y las bondades de algunos cambios fundamentales, y para confrontar al PRI y al PRD con su oposición o intransigencia. Así se despeja el camino para transformar el 2012 en un referéndum sobre ese programa.Sin un programa del cambio deseable, sin ese referéndum programático, y con este régimen, Calderón y cualquier otro corren efectivamente el riesgo de transformarse en zombis, o en personajes de Juan Rulfo. Que un programa de esta índole se parezca a un pliego de mortaja, o a un extenso epitafio, no quita que es la única opción activa; la alternativa es contemplar el regreso del PRI a Los Pinos. Se puede discutir el contenido del programa: ¿por qué echarse encima a cualquiera de los monopolios del país? o ¿por qué buscar reformas institucionales impopulares? o ¿por qué proponer una reforma social costosa en plena crisis?; pero sin programa, sin mayorías, sin reelección presidencial, y sin soplo, no hay gobierno que prospere. El de Calderón no es excepción."De l’audace, encore de l’audace; toujours de l’audace".jorgegcastaneda@gmail.com