¿Maniobras tácticas?Jorge G. Castañeda10 Sep. 09Reforma Entre las Juanitas, los cambios no fácilmente comprensibles en el gabinete y el paquete presupuestal enviado al Congreso, la media vida del discurso del presidente Calderón de la semana pasada terminó siendo breve. No es imposible que reviva en las próximas semanas si algunas propuestas se aterrizan y transforman en proyectos específicos negociados o no con el PRI, pero en todo caso presentadas formalmente para aprobarse o rechazarse. Las señales no son necesariamente alentadoras, en una afirmación atribuida a Calderón en la prensa parece sugerir que el seguro universal de salud que incluyó en su recetario se reduce a una extensión de la cobertura del Seguro Popular que se financiaría con el impuesto del 2% sobre consumo de todos los bienes y servicios adquiridos en México. No está mal, pero no es lo mismo.El problema es la falta de correspondencia entre las reformas sugeridas, las personas designadas y las características del paquete fiscal, ninguna de las personas removidas era incapaz de sacar la reforma que le tocaba (Reyes Heroles en Pemex, Medina Mora en PGR o Cárdenas en Sagarpa) pero ninguno de los nuevos encierra característica alguna que permita pensar que resulten más aptos que los salientes. Además, las principales reformas no caen claramente dentro del ámbito de ninguna de las entidades con cambios: ni las tímidas amenazas antimonopólicas, ni la reforma institucional, ni la de la pobreza.La disonancia percibida entre un programa ambicioso, cambios modestos y un paquete fiscal ortodoxo puede deberse a una doble confusión en el programa. Ni en su discurso de la semana pasada ni en las entrevistas concedidas a los medios el Presidente aclaró, por lo menos tácitamente, si lo que busca es presentar el decálogo de lo deseable y necesario, a sabiendas de que no es posible; o bien la lista de cambios útiles que serán negociados con el PRI, diluyéndolos si es necesario para lograr su aprobación. Es cierto que no resulta una buena idea mostrar sus cartas y revelar sus intenciones antes de tiempo, pero la confusión de estrategias provendría de una confusión conceptual y no meramente táctica.En segundo lugar, sigue ausente el hilo conductor del decálogo. Puede existir en la mente de Calderón y de sus asesores y no fue divulgado, o tal vez no exista. Sin él va a ser difícil presentar el conjunto de cambios de fondo, de personas y de fuentes de financiamiento de un modo accesible y claro. Hace unas semanas Manuel Rodríguez y yo publicamos en Enfoque una propuesta de programa para la segunda mitad del sexenio que algunos han sospechado que pudo haber influido en el enfoque de Calderón. No veo razón alguna para pensar que fue así, pero sí creo que podría resultar útil el marco de referencia que tratamos de usar. De algún modo dividimos el programa en cuatro grandes bloques caracterizados cada uno por una idea-fuerza: acciones antimonopólicas de todo tipo y ámbitos para recuperar el crecimiento; reformas institucionales para que tengamos un Estado que pueda decidir y no sólo administrar; un arreglo de acción social para todos los mexicanos y un rediseño del esquema de seguridad y policiaco. En cada idea-fuerza cabe el detalle que puede ser ampliado o reducido, pero la síntesis conceptual y la vinculación sustantiva y no sólo retórica entre cada uno de ellos permite evitar la disonancia mencionada.Por último una reflexión sobre nuestra debacle económica este año. Se dice que padeceremos la caída más severa de PIB en el mundo; luego se aduce que se debe a nuestra estrecha vinculación con Estados Unidos. Suponiendo que caigamos entre 7 y 8% este año conviene comparar esa cifra con la evolución de la economía de países también más o menos integrados a la economía americana: Canadá, 1.5%; República Dominicana, 1%; El Salvador, -2%; Guatemala, -1%; y hasta Honduras -2.5%. No sé si la explicación de una caída tan grande como la nuestra sea la cercanía con Estados Unidos.