El ex canciller mexicano Jorge Castañeda y Rubén Aguilar acaban de lanzar El narco: la guerra fallida, un libro que predica el fracaso de la estrategia del presidente Felipe Calderón contra los carteles de la droga. En realidad el libro va más allá: la guerra era innecesaria, y fue lanzada solo para legitimar unos comicios cuestionados. La estrategia alternativa que los autores proponen incluye “reducir los efectos colaterales de la lucha contra el narcotráfico, crear una policía nacional y abrir el debate sobre despenalización de las drogas”. Esto contradice la imagen que existe sobre los carteles como una corporación con capacidad de jaquear al Estado mexicano en cualquier momento.En el fondo la propuesta de Castañeda-Aguilar es desmantelar la Iniciativa Mérida, un acuerdo de EEUU, México y Centroamérica para la militarización de la lucha anti-drogas, en la línea del Plan Colombia. Con tres años de una guerra en las calles sin visos de concluir, empiezan a haber oídos atentos a esto en la sociedad mexicana. Vista desde una perspectiva peruana, la encrucijada es conocida, si bien en México se da a mucha mayor escala: la lucha frontal contra los narcotraficantes equivale a tirarle piedras a un avispero, mientras que cualquier otra estrategia ayuda a mantener algo de calma social. Con lo cual los peores problemas son empujados hacia delante.Como el Perú está en una guerra militar-policial contra sus propios narcotraficantes, el tema indudablemente nos interesa. Aquí ya hemos vivido treguas tácitas con el narcotráfico, y en efecto eso ha producido periodos de relativa tranquilidad. Pero eso no ha alejado el problema del narcotráfico, al contrario. Denise Maerker ha sintetizado la posición de los dos autores como que proponen no ir contra el tráfico mismo sino contra los efectos colaterales dañinos que este provoca: asesinatos, inseguridad, corrupción. Debemos recordar que en México el asunto no se desarrolla en zonas alejadas, como aquí, sino en espacios centrales.¿Es posible realmente para el gobierno de Calderón ir a la tregua con el narcotráfico implícita en la propuesta de los dos autores? A estas alturas probablemente no. Pero el debate lanzado, que indudablemente también tiene un lado electoral, tampoco va a desaparecer, sobre todo si no se producen algunas victorias demostrables.Sin duda la muerte de Pablo Escobar y la prisión de los cabecillas de los principales carteles no terminaron con el negocio de la droga. Pero fue un punto de inflexión del que resultó un viraje importante. Los avances del presidente Álvaro Uribe no se pueden explicar fuera del contexto de aquella costosa confrontación.