México utilizó ya el último cartucho que le restaba: las Fuerzas Armadas. Después de eso no hay otro recurso para combatir al narcotráfico más que la ayuda del extranjero. Por eso, el general brigadier Benito Medina Herrera declara hoy en estas páginas: “No podemos decir que el Ejército no puede, no… es que no solamente es el Ejército, todo México no puede solo, necesitamos de la colaboración de la comunidad internacional”. El llamado no es por ocurrencia, se da en el marco del debate que detonó la secretaria de Seguridad Interna de Estados Unidos, Janet Napolitano, luego de que declarara que la intervención militar no había ayudado a resolver el problema del narcotráfico en México. Pero quizá más importante, la declaración del general se emite a un par de días de la visita de la secretaria de Estado, Hillary Clinton, a la ciudad de México, donde evaluará con el gobierno del presidente Felipe Calderón la dirección que deberá tomar la guerra contra el narco, esta vez con la participación activa del poderoso vecino del norte. ¿Será que el Ejército mexicano está dispuesto a trabajar con su contraparte estadounidense? El cambio de postura sería significativo ya que hasta hace poco la Secretaría de la Defensa Nacional había considerado impensable participar activamente en operaciones junto a militares del país vecino. Si ese fuera el caso, lo que tendríamos en puerta sería una cooperación similar a la que hace más de 10 años idearon Colombia y Estados Unidos. En vez de sólo brindar asesoría y ayuda en especie a México a través de la Iniciativa Mérida, las Fuerzas Armadas estadounidenses crearían un grupo de trabajo bilateral, la especialización de batallones antinarcóticos, incluso mantendrían bases en suelo y mar mexicanos. El escenario fue planteado ya por Héctor Aguilar Camín y Jorge Castañeda: “No tiene sentido declararle la guerra al narco si no se cuenta con el Ejército, la policía y el servicio de inteligencia necesarios. La única manera de poseerlos es con ayuda externa. En nuestro caso, sólo puede venir de Estados Unidos”. Una cooperación bilateral más estrecha podría fortalecer a las debilitadas instituciones mexicanas y sus cuerpos de seguridad. Pero México no es Colombia. Allá no han tenido la traumática historia de México relacionada con las ambiciones del gigante norteamericano. Las implicaciones a la soberanía no serían tan bien aceptadas aquí como lo fueron en Colombia. Es posible que las demandas del Ejército mexicano al final sólo sean las mismas de siempre: mayor control del consumo de drogas y del tráfico de armas. Sea como fuere, lo inédito es que las Fuerzas Armadas mexicanas aceptan por primera vez su disposición a trabajar más a fondo con las estadounidenses.