Escasas semanas después de la ofensiva del Tet en febrero de 1968, Walter Cronkite, el decano de todos los conductores noticiosos de Estados Unidos, y según las encuestas la figura más creíble de dicho país, decidió pasar un par de semanas en Vietnam para evaluar por sí mismo el estado de la guerra. Volvió desconcertado y declaró en su noticiero que la conclusión de su visita era ineludible: la guerra estaba perdida. Según los biógrafos de Lyndon Johnson, el presidente de Estados Unidos, al escuchar el noticiero de esa noche, exclamó: "si perdimos a Cronkite, perdimos al pueblo norteamericano". A finales de marzo de 1968 Lyndon Johnson declinaría presentarse ante el electorado por un segundo periodo y se retiraría a su rancho en Texas. Cronkite falleció el año pasado, y nunca nadie llegó a sustituirlo realmente. Por supuesto que no ha existido jamás un equivalente de Cronkite en México.Pero la analogía -el peso de la opinión pública sobre una guerra- puede resultar interesante a la luz de los datos que arrojan las encuestas de Reforma y de GEA-ISA sobre la guerra de Felipe Calderón contra el narcotráfico en el México de hoy. La encuesta de Reforma es especialmente reveladora porque contiene dos partes: la opinión de la población en general y la opinión de 565 personas consideradas como líderes de opinión en México; el contraste entre la opinión de los líderes y la de la población en general en torno a la guerra del narco se antoja especialmente demoledora. Entre la población general por un pequeño margen (48% vs. 42%) se considera que el gobierno no ha hecho lo correcto en la guerra contra el narco, pero entre líderes la proporción se dispara al dos a uno (66% vs. 33%). En la evaluación de la manera en que el presidente Calderón está tratando el asunto del narco, 50% de la población general tiene una opinión desfavorable (vs. 32% favorable) pero entre líderes la proporción desfavorable sube a 56%. Y a la pregunta ¿quién va ganando la guerra contra el narcotráfico? 61% de los líderes considera que va triunfando el crimen organizado. Si nos atenemos a estos números, el gobierno ha "perdido" a las élites del país en cuanto a la evaluación de la guerra del narco.Si vamos a la encuesta de GEA-ISA, comprobamos que Felipe Calderón conserva la aprobación de la opinión pública a la guerra y sobre la participación del Ejército; y que aún retiene, por un margen decreciente, la credibilidad de que está logrando sus objetivos (53% vs. 37%), que sin embargo es el nivel más bajo del sexenio. Pero quizás las dos preguntas más interesantes de la encuesta de GEA-ISA sobre el narco son las siguientes: "¿siente que ha sido o no afectado directamente por el problema del narcotráfico?", el 70% dijo que no y sólo 23% que sí, cifras muy superiores a las del 2008, por ejemplo. Y a la pregunta "¿cree usted que la guerra contra el narcotráfico es del pueblo mexicano o sólo del gobierno?", 47% respondió que era del gobierno, y sólo 18% del pueblo. De estos números se desprende una conclusión semejante a la que detectábamos para las élites en la cifras de Reforma: ni el pueblo ni las élites consideran que tienen vela en el entierro, ni que las cosas en esta materia vayan por buen camino.Decíamos la semana pasada que la magnífica recepción dada a Calderón en Washington se debía a muchos factores, pero en todo caso le vino como anillo al dedo ya que, mezclando metáforas, a falta de pan tortillas. La guerra contra el narco presenta un dilema diabólico para el gobierno: sólo podrá involucrar a la gente y recuperar el apoyo de las élites si demuestra que la situación es mucho más grave de lo que parece y de lo que se dice. Pero dicha demostración espantaría más que nunca a los norteamericanos, a los inversionistas, a los turistas y, por supuesto, a la sociedad en general. ¿Qué diría Walter Cronkite si estuviera un par de semanas en Ciudad Juárez?www.jorgecastenda.org jorgegcastaneda@gmail.com