.::Para ver el archivo de click en el link::.Individualista, poco solidario, le huye a las acciones colectivas, le tiene pánico al conflicto, le gusta incumplir las leyes y pasar como víctima. Las conclusiones son de Jorge G. Castañeda, el polémico ex canciller y uno de los intelectuales más influyentes del país. Pero, ¿así somos? Este domingo publicamos una conversación suya con el periodista Jorge Zepeda Patterson, que es al mismo tiempo un debate sobre su libro más reciente, Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos (Aguilar), en el que argumenta por qué los ciudadanos de a pie son quienes frenan su propio tránsito a una sociedad moderna.Ya no vive en el departamento que le rentaba a Elba Esther Gordillo en Polanco. Ahora habita un amplio penthouse, en el mismo barrio, plagado de muebles mexicanos, libros y fotografías donde lo acompañan jefes de Estado de las últimas décadas. Entre las fotos destaca un close-up de la líder sindical. El ambiente es agradable y el departamento es caro, pero nada cercano a la opulencia con la que suelen rodearse ex ministros de otras épocas. Es más un ambiente intelectual exitoso que de ex político que se precie de su fortuna.El ex canciller de Fox se va satisfecho y tiene razones. El libro que presenta estos días simultáneamente en Estados Unidos y México es atractivo, está bien escrito, es ingenioso y tiene una tesis explosiva: el carácter mexicano, dice Castañeda, es absolutamente disfuncional para transitar a una sociedad moderna, competitiva y democrática.El mexicano es rabiosamente individualista, ajeno a todo compromiso colectivo o participativo, tiene aversión al conflicto, rechaza visceralmente al “otro”, al extranjero, padece un chip priista de nacionalismo trasnochado y se asume como víctima de tiempo completo. En su alegato, Castañeda la emprende contra los intelectuales, la comentocracia, la clase política y los empresarios, pero sobre todo, contra el mexicano de a pie.―Yo no invento lo del individualismo del mexicano. Lo habían planteado ya algunos “clásicos” como Paz, Ramos o Gamio. Yo agrego el análisis de las encuestas sobre actitudes y percepciones, que no tenían los clásicos, y añado mis observaciones.Pero tu argumentación es novedosa, por ejemplo, la aversión de los mexicanos a los multifamiliares.En efecto, en el libro señalo que el 97 por ciento de las casas construidas en los últimos años son horizontales. El mexicano se resiste a los multifamiliares verticales, porque no quiere vivir en colectivo. Le fastidia tener que negociar la basura, el foco del pasillo, el estacionamiento, la seguridad. En El Cairo, en Sao Paulo o cualquier país en desarrollo se pueden ver miles de edificios de departamentos tipo interés social, pero no en México, ACPA preferimos vivir a dos horas de distancia, donde resulta carísimo llevar agua y servicios, que vivir en sándwich entre un vecino arriba y otro abajo.Afirmas que el individualismo familiar mexicano es más acentuado incluso que en Estados Unidos, lo cual sería una verdadera novedad.Pero la verdad. La acción colectica en México, filantrópica, asociativa, sindical, partidista, etcétera, tienen índices inferiores no sólo a los de Alemania, Suecia o Estados Unidos, como podría suponerse, sino de otros país latinoamericanos. El mexicano no es asociativo más allá de los límites de su familia. Vamos, sólo destacamos en deportes individuales, no en los colectivos.ME HABLÓ GOLPEADOY en tu tesis esto comenzaría a explicar la falta de participación en los asuntos públicos, un ingrediente para la construcción democrática.Sí, porque además hay otro rasgo tanto o más deplorable: en México se le tiene pánico al conflicto. Sólo los mexicanos son capaces de renunciar a un trabajo o terminar una amistad porque “me habló golpeado”. No sabemos disentir, toda crítica es una ofensa mortal, hacemos culto de la victimización. Preferimos que las ediciones se tomen de manera autoritaria que refugiarnos luego en nuestra condición de víctima.Perdón, pero el india no era arisco…¿Qué es primero, el huevo o la gallina? En tu exposición parece que esta suerte de cobardía para debatir y cuestionar conduce a que las decisiones las tome unilateralmente la autoridad. Yo diría que es al revés: sea en el gabinete presidencial actual, en la hacienda colonial o en la empresa moderna, el que disiente de la posición del jefe termina pasándolo muy mal. No hay redes de protección frente a la arbitrariedad del patrón. Todavía hay en día el primer criterio para reclutar es alguien que “no sea conflictivo”. El autoritarismo no es consecuencia, es el factor fundante.Quizás, pero el hecho es que ya forma parte del carácter mexicano, y eso no ayuda a la construcción democráticas. Se cree incorrectamente que la democracia es una fórmula para ponernos de acuerdo. Eso es falso, la democracia es una manera de gestionar nuestras diferencias, hacer valer nuestros puntos de vista frente a los otros. Queremos mayorías, no consensos. Los consensos son de países autoritarios, de dictaduras, de países atrasados.***El tema entusiasma personalmente a Castañeda, y con razón. Es alguien que rara vez desperdicia una ocasión para disentir. Somos el país que tiene más récords Guiness pendejos, añade: el tamal más grande, el beso más largo, el árbol navideño artificial más alto. Récords en los que nadie quiere competir. Este rasgo de aversión al conflicto nos ha ayudado a ser un país históricamente menos violento de lo que se cree. Pero hoy en día es un resabio absurdo.PAÍS MISERABILISTAEn tu libro hablas también de otra contradicción inadmisible: somos ya una sociedad de clase media, pero que no se asume ni actúa como tal.Ochenta y tres por ciento de los mexicanos se considera de clase media, según encuestas. Obviamente son menos, pero esa es la percepción, aunque sea aspiracional. En realidad son más de 55 por ciento, es decir, mayoría. En mi texto reviso criterios internacionales: ocupación, ingreso y percepciones. Por donde se le mire, la mayor parte de los mexicanos son ya sectores medios.¿Y dónde dejas la pobreza? Cuarenta por ciento, y la mitad de ellos en extrema pobreza, ¿coincides?La comentocracia y la clase política siguen insistiendo en que este es un país de pobres, que lo más importante es salir de la pobreza. Somos un país miserabilista que le fascina ser víctima. Desde luego la pobreza es un problema real, inmenso e intolerable. Pero los números están ahí, los acabas de mencionar. No son mayoría.Quizás estadísticamente seamos una sociedad de clases medias, pero no es una sociedad de clases medias, pero no es una sociedad que opere como clase media. El poder sigue siendo manejado por una élite en todas las esferas de la vida. Seguimos siendo una sociedad polarizada entre los que ejercen el poder y los demás. En materia de acceso a las decisiones no somos una sociedad de clases medias, porque no hay ese acceso.Pero también por ese carácter del mexicano individualista. Nuestra clase media es la única en el mundo que no se sube al metro. En Nueva York, Madrid, Buenos Aires, Santiago, Sao Paulo o París la clase media usa el metro, en México no. Le da fobia lo colectivo, asociarse con otros, participar.CORRUPCIÓNAfirmas que el carácter del mexicano propicia la ilegalidad.El incumplimiento de la ley es otro de los rasgos de ese carácter. “Obedézcase pero no se cumpla” es un lema que viene de la Colonia. Fue la única manera en que la sociedad podía obedecer normas de la Corona, muchas de ellas imprácticas. El problema es que hoy en día la persistencia de una falta de Estad de Derecho es incompatible con una sociedad democrática, global, competitiva. Los mexicanos creen que si una ley no es justa no se debe respetar. Eso es una actitud premoderna, anticapitalista, antidemocrática.Pero absolutamente realista y explicable.Sí, pero si un noruego no está de acuerdo con una ley, va a obedecerla, aunque acto seguido se reúna con otros noruegos y se organice para cambiarla. En cambio, entre nosotros simplemente está bien visto no respetar la ley y punto.No estoy seguro de que tengamos la opción del noruego. Y justamente esta sería mi mayor objeción al libro. Hablas de la corrupción como de un desastre natural arbitrarios, como si fuese una falla del sistema que resulta disfuncional, un atavismo premoderno que habría que superar. Yo creo que la corrupción es una parte constitutiva del sistema que favorece a unos en detrimento de otros. No es una anomalía. La impunidad es altamente funcional porque beneficia a los dueños del tinglado. Una sociedad con monopolios, con una justicia a modo para el poderoso, en la que la ley y la manera en que se aplica forma parte del mecanismo que se reproduce a sí mismo.La corrupción puede ser altamente funcional para el sistema de antes, pero es disfuncional para el país que ya somos. Necesitamos inversión extranjera, pero la falta de Estado de Derecho la espanta y de va a otro lado. Es disfuncional para el país de ahora.Pero el país de ahora, por desgracia, es en el que Televisa puede impedir la entrada de una tercera cadena en la que participe Telemundo o General Motors. No es una decisión de las clases medias, sino de la falta de Estado de Derecho que prohíjan los titiriteros para favorecer sus intereses.De acuerdo, no hay ninguna base social para una lucha antimonopólica en México. ¿Quién se va a meter a competirle a Televisa después de lo que le pasó a NBC o a Isaac Saba, a quien crucificó la televisión? Y no obstante la falta de competencia en todos los mercados, desde el sindical hasta el electoral, pasando por todas las empresas que conocemos, nos coloca en desventaja frente al resto del mundo.Pero otra vez, qué tanto es el carácter del mexicano y qué tanto es la acción de la élite de este país.No hay incentivos para ser competitivos para los de arriba y para los de abajo. La ley la incumplen todos. Si a los diputados les exigen cuotas de género, inventan a “las juanitas”, que renuncian a su curul a favor de un varón, una vez que ganaron. Si a Carlos Salinas le impiden designar secretario de Estado a Córdoba Montoya porque nació en el extranjero, pues inventa de facto la figura de “primer ministro”. No hay Estado de Derecho porque todos los incentivos están alineados para favorecer el incumplimiento de la ley.LA GUERRA IMBÉCIL DE CALDERÓNAdvierto en tu libro dos planteamientos de solución, aunque me parecieron más buenos deseos que posibilidades reales. Primero afirmas que la única manera de componer a México reside en establecer un Estado de Derecho; hacer que los mexicanos cumplan la ley. Pero no veo cómo. La impunidad es el resultado de la estructura y de la manera en que ésta se reproduce. La corrupción es una resultante. Eliminar la corrupción para que la estructura cambie no es algo que vaya a suceder.Quizás tienes razón. La corrupción es consustancial al desastre mexicano, proviene de él. Es probable que no podamos resolver ese reto. Seguir como vamos no es una mala solución, salvo por la guerra imbécil de Calderón.¿Eso es lo que piensas de Calderón?Yo creo que todo lo demás lo ha hecho bien, pero la guerra que ha emprendido es un error monumental. Para empezar, los 35 mil millones de dólares que entran por la droga superan al petróleo, al turismo a las remesas. En Canadá aprovecharon la ley seca de Estados Unidos en los años veinte para explotar a fondo la fabricación de alcohol. México es el único país demencial que mata 40 mil personas para evitar el flujo de algo que le beneficia (y beneficia al país que lo recibe). La legalización es una alternativa, no una panacea sino parte del paquete. Retirar al ejército es parte del paquete. Pero me temo que Calderón va a seguir su guerra.A estas alturas es lo único que tiene.De acuerdo, si se echa para atrás Calderón se desploma, no le queda nada. Lo cual es absurdo, porque si lo ves en términos económicos y sociales el expediente es muy bueno. Vivienda, salud, pobreza e infraestructura no están mal (salvo educación, que es un desastre).A propósito, haces un ajuste de cuentas sobre el tema de la Maestra Gordillo, con quien se te vinculado en el pasado.En efecto, hago una especie de corte de caja. Crítico, pero no injusto.La otra “solución” que mencionas es la posibilidad de un presidente tipo De Gaulle, capaz de voltear hacia Estados Unidos para lograr una mayor integración y para romper otros atavismos por encima de la clase política y las élites. Pero aquí advierto dos problemas: ¿tú ves algún De Gaulle entre los aspirantes? E incluso si lo hubiera, ¿no es apostar por un regreso del presidencialismo a ultranza?Yo creo en un presidencialismo fuerte y democrático en México. Lo he sostenido en otros libros. Sólo un liderazgo claro nos puede sacar de este marasmo. Desde luego, no veo ningún De Gaulle entre los aspirantes ni sabría de dónde diablos podríamos sacarlo.Entiendo las razones para publicar este libro en México. ¿Por qué en Estados Unidos?Aspiro a que este libro se convierta en el referente para la discusión sobre México en Estados Unidos, porque creo que este texto es lo más importante que se publicado allá sobre nuestro país, en mucho tiempo. Y aquí me gustaría que desatara una discusión profunda, que vaya más allá de la obsesión con 2012. Qué es lo que nos impide avanzar como país. Y creo que ofrezco la respuesta más profunda, original e imaginativa que se haya propuesto en mucho tiempo.