Hace poco más de 60 años, comenzaron los intentos de explicar los rasgos que dan carácter e identidad a México y a quienes en este país hemos nacido. Escritores y filósofos trataron de desentrañar nuestros rasgos idiosincrásicos y con este propósito fueron publicados libros ahora considerados clásicos: La raza cósmica, de José Vasconcelos; El perfil del hombre y la cultura en México, de Samuel Ramos y El laberinto de la Soledad, de Octavio Paz, aparte de los ensayos de Emilio Uranga y Leopoldo Zea. Sin duda alguna, la obra que ha llegado a un público más amplio, es El laberinto de Octavio Paz, de lectura obligada dentro y fuera de los círculos académicos. No había preparatoriano con aspiraciones intelectuales, que no intentara memorizar los párrafos en los que Paz desmenuza la palabra emblemática de los hijos de la Malinche, la “chingada”, con sus múltiples derivaciones y significados. Sus descripciones del mexicano y de lo mexicano se volvieron estereotipos, muy a la mano para sustentar los argumentos acerca de un ser escondido bajo una máscara impasible que le cubre el rostro. O bien del mexicano solitario adicto a las fiestas y ceremonias. Así aprovechó Octavio Paz el hecho de que la Revolución descubrió la faz del México profundo. Al paso del tiempo, las ideas al respecto han sido relegadas, ante la realidad de la globalización, cuyos ideólogos hacen énfasis en la caducidad de las interpretaciones “clásicas” contenidas en los textos de los autores antes citados. Sin embargo, no se ha agotado el afán de indagar sobre un tema que ya a pocos preocupa en tiempos de internet, twiter y facebook, cuando la información fluye y la migración cunde a consecuencia de las políticas que han sembrado pobreza en el país, cuyos efectos sobre cualquier tradición, idiosincrasia o perfil cultural son letales. La aparición de libro Mañana o pasado. El misterio de los mexicanos, es el más reciente esfuerzo por reanudar la reflexión en torno a la esencia de México y sus habitantes. Jorge G. Castañeda, canciller en el sexenio foxista, ofrece en este nuevo título una visión con la que se puede o no estar de acuerdo, pero sin duda mueve a cavilar sobre las circunstancias del presente. El autor parte del supuesto de que existe “una desconexión entre algunos rasgos del carácter nacional y la realidad actual del país”. Y esta falta de adaptación al mundo moderno, se debe al individualismo de los mexicanos, a su falta de respeto a la legalidad, a su miedo y rechazo a lo extranjero, a su proclividad a los actos corruptos e incapacidad para ejercer sus derechos en la nueva democracia del cambio, como herencia dejada por los regímenes autoritarios. Para validar sus afirmaciones, Castañeda retoma ejemplos ya antes usados por Alan Riding en Vecinos distantes: los mexicanos no saben trabajar en equipo como demuestran los fracasos en los mundiales de futbol; en cambio destacan de manera individual los boxeadores y atletas como Ana Gabriela Guevara. Aunque aquí se olvida que la voracidad de la burocracia en el deporte y de los dueños de los equipos, no tienen que ver con los fracasos del individualismo de los jugadores, sino con el triunfo de la avidez compulsiva de ganar dinero. También cita Castañeda el conocido relato de los cangrejos cautivos en una cubeta, a punto de ser hervidos, que se cuelgan del único que se va a escapar para que muera con los demás, como metáfora de la envidia, otro atributo inherente a la forma de ser del mexicano. Además, pone como rasgo característico de los mexicanos, su simpatía por las víctimas, de ahí que nuestros próceres predilectos sean Cuauhtémoc, los niños héroes, Villa, Zapata, el subcomandante Marcos y López Obrador. Pese a sus señalamientos de esa discordancia de la tradición con la modernidad, El Güero Castañeda coincide con el optimismo del secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, en el sentido de que hay una clase media con recursos suficientes para tener automóvil, pantalla de plasma, vacaciones en Acapulco, etc. A final de cuentas, Jorge G. Castañeda, desde su atalaya en Nueva York, abriga la esperanza de Un México en que los mexicanos se despojen de su equipaje de atavismos y le permitan a la nación alcanzar la modernidad plena que se merece. Entendida ésta como integración sin ambages con Estados Unidos, el poderoso vecino y modelo a seguir. Y para ingresar a la anhelada modernidad, El Güero Castañeda propone tomar a Juan Gabriel como ejemplo, porque el cantante y compositor más prolífico y triunfador de la época actual, es un entusiasta propagandista de la integración de México con Estados Unidos. Por tal razón, “Juanga es el primer mexicano postmexicano: el primer mexicano postmoderno”. Sin duda, el libro aquí comentado dará lugar a prolíficas discusiones.