La tragedia de Monterrey es antes que nada eso: una tragedia. Cincuenta y dos personas, muchas de ellas mujeres de la tercera edad, murieron por nada. Para sus familiares no hay luto ni explicación que valga: no queda más que pedir Pero no es terrorismo, no es crimen organizado, no es parteaguas, no es otra perfidia del imperialismo. Es, más que otra cosa, la repetición de un síndrome mexicano lamentable: nadie hace bien su trabajo (obvio, hay muchas excepciones).Primero, los sicarios hicieron muy mal el suyo. Por sus confesiones, los videos y por lo que dijeron sobrevivientes, su intención era todo menos aterrorizar a la sociedad: sólo tenían instrucciones de vengarse del dueño del casino por no pagar en tiempo y forma. Pero siendo "amateurs", la regaron y no supieron decir a la gente que debía salir del lugar para poderlo incendiar como Dios manda.Segundo, los dueños de este casino tampoco hicieron bien su trabajo, como puede ser en muchos otros casinos. No había, hasta donde se sabe, verdaderas salidas de emergencia, alfombras cubiertas con químicos no combustibles, rehiletes o extinguidores. Y, además, no pagaban puntualmente sus "compromisos".Tercero, las autoridades locales de protección civil, encargadas de vigilar que sí existan, sirvan y funcionen todos los dispositivos propios de un recinto de este tipo, no se cercioraron de que hubiera salidas, ni tapetes antiincendio, ni rehiletes, etcétera. Más bien, por lo que parece, en el caso del alcalde de Monterrey, se dedicaba a ignorar que su hermano fuera "extorsionador en jefe".Cuarto, los poderes ejecutivos y legislativos federales. Desde el sexenio de Zedillo han hecho lo que siempre hacemos en México, y como siempre mal: no quieren legalizar el juego y los casinos, por buenas y malas razones; pero tampoco quieren realmente prohibirlos, también por buenas y malas razones. Resultado: no hay un marco legal, regulatorio, fiscal y de vigilancia especial; pero abundan sitios que no pueden ser llamados más que casinos o salas de juegos: se apuesta, se gana y se pierde; y sucede todo lo que sucede en esos lugares en todas partes del mundo.Quinto, las policías y Fuerzas Armadas. Monterrey es hace tiempo un lugar casi sin ley. Lo lógico es que los recursos del Estado se dediquen a imponerla: patrullar calles, barrios, centros comerciales y de entretenimiento; y no a colocar retenes fuera de la ciudad para impedir el paso de drogas a EU. Como dice Aguilar Camín -y vale para antes y después de la tragedia- los gobiernos en México deben poner "todos sus esfuerzos y recursos en castigar los crímenes que afrentan a los mexicanos, más que en perseguir los delitos que afrentan a la DEA". No están haciendo bien su trabajo, como sí se hizo cuando Zedillo mandó al Ejército a patrullar las calles de Iztapalapa y Guadalajara en 1996.Sexto, el gobierno no hace bien su trabajo. Denuncia un narcoterrorismo inexistente. En este caso, lo último que buscaron lograr los asesinos era espantar a la sociedad mexicana, ni saben de qué se trata. Tampoco tuvieron, en este caso, que ver los norteamericanos, la muerte provino de gasolina de Pemex, que los estadounidenses no consumen, y no con armas que sí nos venden. Proponer la construcción de una especie de "narcoducto" directo de los Andes a Miami o Nueva York para que la droga no pase por México no es serio: "si están decididos y resignados a consumir drogas, busquen, entonces, alternativas de mercado que cancelen las estratosféricas ganancias de los criminales, o establezcan puntos de acceso claros, distintos a la frontera con México".Por último, nadie lo ha dicho mejor que el secretario de Salud: "creo que la droga es ilegal porque es mala… la política de combate a las drogas ha sido exitosa, la muestra es que ahora han diversificado sus acciones porque ya no les ajusta con lo que se ganaban vendiendo la droga". O sea que en lugar de llevar drogas a EU, exponiendo a los pobres gringos "al mal", ahora extorsionan casinos y matan a 52 inocentes. Si esto es el éxito, ¿cómo será el fracaso?