En el marco del fallo de la Corte sobre la inconstitucionalidad de legislaciones estatales sobre el "derecho a la vida", el presidente Calderón envió al Senado una solicitud para retirar la "reserva" de México al párrafo 1 del artículo 4 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH). Esa declaración acompañó nuestra adhesión en 1981. Se refiere a la inclusión en la Convención del término "derecho a la vida", que México no quiso asumir. Si creemos que los senadores del PRI y PRD harán lo que dicen -supuesto temerario- es probable que la solicitud presidencial sea rechazada.México ratificó la Convención por una razón: el entonces titular de la SRE, que siempre fue defensor de los instrumentos internacionales y en particular de derechos humanos, convenció a López Portillo de que convenía al país avanzar en la dirección de integrarse cada vez más al nuevo régimen jurídico internacional. López Portillo se encargó de persuadir al Ejército y encomendó a su canciller que convenciera al secretario de Gobernación. Junto con la CADH se ratificaron otros instrumentos, entre ellos el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.No recuerdo el motivo exacto que llevó al entonces canciller a incluir la reserva sobre el "derecho a la vida", pero conociéndolo -era mi padre- hay varios. El de fondo era obviamente que no quería que vía la invocación de la CADH se fomentara una legislación antiaborto más draconiana de la ya existente. Quería dejar la posibilidad de que se pudieran liberalizar las leyes sin que la adhesión a la CADH fuera una limitante.¿Por qué preocupó a mi padre este tema? Hay dos respuestas. La primera fue la injerencia, como en casi todos los temas que trató mi padre como canciller, de mi madre cuyo punto de vista sobre el aborto era igual que el suyo, el de mi hermana Marina, de mi hermano Andrés y el mío -desde entonces: cada mujer debe decidir libremente sobre su cuerpo y la discusión sobre cuándo empieza la vida es un artilugio para seguir prohibiendo la interrupción voluntaria del embarazo. En casa seguimos de cerca la discusión de 1975 de la Ley Veil en Francia y teníamos puntos de vista muy claros al respecto. Una segunda opinión que seguramente pesó en mi padre fue la de Aída González, su oficial mayor, y que organizó la Conferencia Mundial de la Mujer en México en 1975.El espíritu de la reserva era claramente liberalizador: evitar la posibilidad, en el futuro, de que la adhesión fuera obstáculo para una futura legalización del aborto en México. La magnífica reforma constitucional reciente en materia de derechos humanos y tratados internacionales refuerza este espíritu. Decir que por esa reforma ya no tiene sentido la reserva del 81 implica desconocer su sentido.Veinte años más tarde, cuando me preguntaban cómo podía ser miembro de un gabinete "mocho, reaccionario y pro yankee", contestaba que Fox permitía pluralidad entre sus colaboradores. No imponía sus convicciones personales a nadie. El ejemplo que daba era el aborto: en ningún momento me pidió, ni a otros miembros del gabinete, que compartieran su punto de vista. El acuerdo tácito entre Fox y los grupos de mujeres que lo apoyaron se respetó todo el sexenio: en materia de aborto no habría ningún paso adelante, pero tampoco ningún paso atrás.En el primer año de Fox se enviaron al Congreso 22 instrumentos jurídicos internacionales vinculados con temas de derechos humanos y de la mujer, entre otros. Todos fueron ratificados; en algunos casos, como la Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de Lesa Humanidad, más de 30 años después de su firma.Por ello, lamento profundamente que el presidente Calderón no solo solicite el retiro de la Declaración Interpretativa de mi padre, sino que una mujer canciller y miembro del servicio exterior lo haga a su nombre. Prueba de que el conservadurismo diplomático sobrevive y prospera en el SEM, y que las mujeres no son siempre las mejores defensoras de los derechos de las mujeres.