Una vez más Héctor Aguilar Camín y Jorge G. Castañeda escriben un libro juntos: Una agenda para México: 2012 (Punto de Lectura, México, 2011). El texto funde, en versión corregida y aumentada, los anteriores elaborados por ambos, que originalmente publicó la revista Nexos: Un futuro para México (2009) y Regreso al futuro (2010).El prólogo ofrece cinco reflexiones que considero importantes. La política del desacuerdo, la primera, sostiene que el origen del desánimo público está en el fracaso político de construir acuerdos. Se debe a una democracia “que no produce gobiernos de mayoría capaces de desbloquear al país, sino sólo mayorías opositoras capaces de bloquear al gobierno”.Superar esa condición implica un diseño institucional que permita la construcción de mayorías.La segunda, La espiral del miedo, afirma que la estrategia del gobierno para combatir al narcotráfico fracasó y es inviable en términos políticos y de percepción social. El tema será central en la elección. En el capítulo “Seguridad, gobernabilidad y democracia”, los autores ofrecen su propuesta de cambio de estrategia, que incluye discutir en serio la legalización de las drogas.El futuro inmóvil, la tercera, asegura que el escaso crecimiento de las últimas décadas ha gastado los beneficios del bono demográfico en la migración y la sobrevivencia de la informalidad. El sistema no ha sido capaz de dar a todos los jóvenes escuela y trabajo. En el capítulo Prosperidad y equidad se proponen medidas para impulsar el crecimiento, como acabar con los monopolios y abrir Pemex a la inversión de riesgo compartido.La cuarta, Hacia el 2012, plantea que, de esta elección, por restricciones legales, no se puede esperar mucho. Se abre, entonces, un espacio para que los medios de comunicación exijan a los candidatos que hablen de su programa e impidan que se refugien de los lugares comunes.También, para que los actores de la sociedad civil ofrezcan sus agendas y hagan las preguntas sobre cómo solucionar los problemas del país.Después del 2012, la quinta, propone que en el primer año de gobierno el Presidente electo envíe señales claras en cinco direcciones: 1) inversión pública, que implica un plan de infraestructura; 2) inversión privada, sobre todo la extranjera, que permita la inversión minoritaria en Pemex; 3) reestructuración del aparato de seguridad, que conduzca a la formación de una policía nacional única; 4) cambios en la educación, que garanticen la jornada completa y una computadora para cada niño; 5) reforma fiscal, para aumentar los recursos del Estado.Los autores piensan que el proceso electoral del 2012 es un buen espacio para que el país debata sus “desacuerdos” de manera que “la incertidumbre se vuelva certeza y la incredulidad esperanza” en un momento en que, ante el desánimo generalizado de la sociedad, se exige dar claridad al futuro deseado, en término creíbles y posibles. Se puede o no estar de acuerdo con los autores, pero es un texto que debe leerse.