Me agrada la intención abstracta de la Caravana por la Paz conducida por Javier Sicilia y mi amigo Sergio Aguayo, que comenzó su recorrido en Estados Unidos hace unos días. Si entiendo bien, se trata de que mexicanos hagan política en EU. Esto es algo que siempre he defendido, más allá de la causa en cuestión, y también con independencia de las supuestas represalias que EU pudiera ejercer simétricamente con nosotros. Asimismo, veo con gusto que entre los temas que plantean figuran el fin de la guerra contra el narco y la defensa de los migrantes. He sido un firme partidario del cabildeo mexicano a favor de nuestros compatriotas en EU desde hace por lo menos dos decenios y me vanaglorio de poderme contar entre los primeros críticos de la guerra del narco. En todo esto coincido con Sicilia y Aguayo.Estas convergencias, sin embargo, no bastan para disipar mi franco desconcierto ante algunas de las demás metas de la caravana, por lo menos como son formuladas en la prensa. Me extraña el reclamo a la sociedad norteamericana y en particular a los adictos que consumen drogas procedentes de México, y que vienen "ensangrentadas", como los diamantes de Sierra Leona y Angola. Conozco la tradicional postura del establishment mexicano, retomada con vigor por Calderón: si los "gringos" dejaran de ser tan "pachecos", habría menos violencia en México, menos oferta de estupefacientes y menos corrupción generada por el narcotráfico. Es la famosa tesis de la alberca y el trampolín o de la oferta y la demanda. Comprendo que gente tan conservadora como los integrantes del actual gobierno -y de la mayoría de los anteriores- sostengan esta tesis, en mi opinión falsa y fútil.Pero me extraña la misma postura en boca de los integrantes de la caravana. Le pregunto a Sicilia, a Aguayo y a otros activistas: ¿cómo votarían en noviembre de este año si fueran residentes de los estados de Washington y Oregon, en los referenda de dichos estados para legalizar la marihuana? ¿Quieren que los "gringos" sean menos "pachecos" o que la producción, distribución y consumo de marihuana deje de ser ilegal? Son dos cosas muy distintas; tal y como aparece en la prensa nacional, la posición de la caravana se asemeja mucho a la de Calderón.Lo mismo sucede con el tema de las armas. Colocar el énfasis en el contrabando de armas de EU a México como explicación de violencia en este país es un fácil recurso para Calderón, pero para gente más sofisticada debiera sonar raro. Más allá de la inviabilidad de derogar la Segunda Enmienda, de restablecer la prohibición de venta de fusiles de asalto (AWB), o siquiera de aplicar con rigor la prohibición de exportar armas ilegalmente a otros países, el problema es de análisis. Limitémonos al tema de causa y efecto. Si la existencia de una frontera porosa entre México y EU, aunado a los consiguientes bajos precios de las armas en México, fuera la causa de la violencia, países como Honduras, El Salvador, Colombia, Brasil o Sierra Leona y Liberia, sin frontera con EU, o con otros fabricantes de armas, serían menos sangrientos que México.Si yo pudiera votar en EU a favor de la legalización de las drogas, lo haría, me pronunciaría a favor de un control muchísimo más estricto del mercado de todo tipo de armas. Pero lo haría porque creo en ello como valor universal, no porque piense que afecte mayormente a México.Termino con la posible respuesta de Obama a Calderón durante uno de sus últimos encuentros en Washington, cuando el mexicano repitió la cantaleta de cómo la prescripción de la AWB en 2004 detonó la nueva espiral de la violencia en México. Obama le respondió al presidente Calderón: "El problema es que los homicidios dolosos en México siguieron declinando en 2005, 2006 y 2007, con todo y ausencia de la AWB. ¿De veras cree que a eso se debe el repunte de la violencia en su país?". ¿De veras creen Sicilia y Aguayo que el problema son los "pinches gringos marihuanos" y armados hasta los dientes?