El ex canciller de México, invitado esta semana por la Universidad Finis Terrae, no tiene pelos en la lengua. Dice que ni su país ni Brasil han mostrado voluntad de liderazgo en la región. Y que hay que optar entre pertenecer al primer mundo o seguir en el tercero. AUTOR DE UN libro excepcional, La utopía desarmada (1993), que en su momento dividió las aguas de la izquierda latinoamericana, Jorge Castañeda, canciller mexicano de los tiempos del Presidente Vicente Fox, lleva la diplomacia en la sangre, porque es hijo, a su vez, de un canciller. Durante años desarrolló una carrera académica del más alto nivel, como profesor visitante en las universidades México, Princeton, Nueva York y Berkeley. Hombre de izquierda, su colaboración con el primer gobierno del PAN lo puso en el centro de grandes controversias. Actualmente, es miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos y escribe para los diarios Reforma, El País y Los Angeles Times. Jorge Castañeda estuvo esta semana en Chile y junto a Alvaro Vargas Llosa expuso sobre la realidad y proyecciones de América Latina. El encuentro se desarrolló en el contexto de la Cátedra Roberto Ampuero de la Universidad Finis Terrae.Los siguientes son algunos de sus planteamientos que esbozó en su conversación con La Tercera.Creo que hay muchos reclamos que se le pueden hacer a Chávez en materias de libertades públicas, derechos humanos, instrumentalización de los recursos públicos, usurpación de poderes. Todo indicaba que esta no iba a ser una elección equitativa. Pero el hecho es que la oposición no reclamó. No la critico por no haberlo hecho. Posiblemente, era lo que había que hacer. Sólo saco las consecuencias lógicas de la posición que adoptó Henrique Capriles y que les resta fuerza a los reclamos, al menos electorales, que desde fuera podamos hacer. Yo creo que al margen de los gestos de acercamiento a la oposición de los últimos días, y suponiendo que el presidente está completamente recuperado en su salud, Chávez va a seguir radicalizándose. Va a seguir profundizando lo que él llama su socialismo del siglo XXI. Nunca he entendido bien en qué consiste eso, pero hacia allá va. Y ahora va con un mandato más claro, con la ventaja del millón y medio de votos que obtuvo sobre su contendor.No veo mayor conflicto entre el liderazgo de Chávez y el de Brasil. El Presidente Chávez trata sólo con países pequeños: se mete en Nicaragua, en Ecuador, Bolivia, y trata de hacerlo en República Dominicana o Paraguay… Pero Chávez no es un jugador en las grandes ligas. Los brasileños sí lo son, aunque interfieren menos. Así las cosas, no veo mayor rivalidad ni disputa. Brasil deberá decidir si quiere ser una nación de primer o de tercer mundo en materia de política exterior. Es una decisión muy desgarradora. Brasil tiene en Itamaraty un servicio exterior de gran tradición, inspirado en una ideología conservadora, pero muy consistente, pero que tendría que cambiar si en verdad aspira a más. El soberanismo brasileño, la autodeterminación, la no intervención, son valores muy arraigados en esa tradición. Pero seamos francos: son valores incompatibles con una potencia de primer mundo. Lo que hizo Brasil casi siempre en decisiones muy importantes la última vez que estuvo en el Consejo de Seguridad fue abstenerse. ¿Para qué quiere estar ahí si se abstiene? Parece un contrasentido, aunque yo lo entiendo: no quiere estar del lado de los malos -EE.UU., Inglaterra y Francia…-, pero tampoco del lado de los más malos, Gaddafi, Irán, etc… Bueno, a la larga esta postura es insostenible.Se pueden entender las razones que tuvo la presidenta argentina para incorporar a Venezuela al Mercosur, pero son más difíciles de entender las que tuvo la Presidenta Dilma Rousseff. Las empresas brasileñas ya tenían todos estos años los muy jugosos contratos venezolanos. Y creo que haber burlado la cláusula democrática -eximiendo a Venezuela y castigando al mismo tiempo a Paraguay- parece puro oportunismo. Lula y la Presidenta Rousseff van a Cuba y no se reúnen con los opositores. Si no ponen reparos a Cuba, menos se los ponen a Venezuela. Brasil, creo, al final es un enano diplomático.Hay dos países en el mundo que tienen una presencia diplomática infinitamente superior a su peso real: Israel y Cuba. Y hay un país que tiene una presencia diplomática infinitamente menor que su tamaño y peso, y ese es Brasil. Es un país que no toma posiciones. Tiendo a ser algo menos entusiasta que otros respecto de las potencialidades de esta alianza. Todavía no tenemos unificación bursátil con México. Y va a ser complicado, pero son muchas las empresas mexicanas que cotizan en Nueva York. Me parece una alianza interesante en términos comerciales. Todos o casi todos los socios son miembros de Apec. Pero no perdamos de vista que no son economías complementarias. Chile, Perú y Colombia son economías exportadoras de commodities, México no. Estas economías son más diversificadas, la mexicana concentra el 90% de sus exportaciones a los Estados Unidos. Nuestro turismo viene de allá también en un 90%. Así, por lo demás, ha sido siempre. Con otros volúmenes, claro, porque México era una economía cerrada. En los 80, el peso del comercio internacional en el PIB era de 20%. Hoy ya va en el 60%. Pero el peso de Estados Unidos en los intercambios ha sido siempre el mismo desde el porfiriato en adelante. No se ha movido en cien años.No veo que en América Latina los liderazgos carismáticos estén declinando. El de Chávez, el de Lula, el de Kirchner, incluso el de Michelle Bachelet, tienen ese carácter. La diferencia con los líderes carismáticos del pasado es que estos tienen que ganar elecciones. Y los líderes carismáticos no están libres de perderlas.El liderazgo de Chávez no es ideológico, aunque él trate de revestirlo de ese carácter. La suya es una conexión personal con la gente. Chávez es un fenómeno político que se explica a partir de ahí. De ahí y del petróleo y de los cubanos que están en Venezuela, no sabemos en qué numero. Se habla de 30 mil, pero podrían ser más. No lo sabemos. Lo que sí sabemos es que Cuba aporta médicos, pero además el aparato de seguridad del presidente.En México, sobre todo desde la izquierda y el PRI, se ha inventado el cuento de que hubo una época dorada en que México ejercía un liderazgo en América Latina. Y uno pregunta cuándo. Bueno, te responden, por ejemplo, en los años 60, cuando fuimos el único país que no rompió con Cuba, luego de la decisión adoptada por la OEA en Punta del Este. Yo creo que si eres el único no estás liderando a nadie. Lo mismo ocurrió cuando Echeverría rompió relación con Chile: en la práctica, fuimos los únicos. Cuando apoyamos a los sandinistas y a los combatientes del Frente Farabundo Martí en El Salvador, tuvimos que ir a buscar a los franceses para encontrar algún apoyo, porque entre los latinoamericanos no encontramos ninguno. No existe la supuesta época dorada. Muchos piensan que sí existió y que se perdió en algún momento, echándole la culpa a algún presidente que le disgusta. Pero es un mito. Lo único que México puede hacer, yo pienso, es abrazar ciertas causas -derechos humanos, democracia, cambio climático, no proliferación de armas nucleares-, articulando a partir de ellas posiciones más imaginativas y audaces.Brasil de manera categórica, pero también nosotros, los mexicanos, no nos hemos podido quitar de la cabeza que tenemos que optar: o adoptamos una política exterior del club de los ricos o seguimos siendo países tercermundistas, refugiándonos en los principios de no intervención y autodeterminación. Cualquier opción a este respecto es legítima. Somos miembros de la Ocde (Brasil lo será pronto), pertenecemos al Grupo de los 77 y también a los Países No Alineados. Tenemos entonces títulos para ser una cosa u otra. Lo que yo digo es que no podemos ser ambas al mismo tiempo.Las políticas punitivas en materia de drogas han tenido elevadísimos costos y muy escasos resultados. En un mundo ideal, a mí me parece que deben legalizarse todas las drogas en todos sus procesos. No me parece que lo que sea válido para la marihuana no lo pueda ser también para la cocaína. En el mundo real, sin embargo, eso es muy difícil que suceda. Lo que sí es muy factible que suceda es que la liberalización avance país por país, droga por droga, estado por estado de la Unión Americana. De momento, hay cosas muy raras. En México nos pasamos descubriendo túneles que cruzan de un lado a otro la frontera. Son túneles enormes, tecnológicamente muy avanzados, por los que puede pasar un tren. Por ahí sale la marihuana y cada vez que descubrimos un túnel lo tapamos y las autoridades lo celebran. Pero esa misma marihuana mexicana se vende legalmente en California en los dispensarios médicos. ¿Para qué tapamos los túneles, entonces? ¿Para qué nos engañamos?