De los comicios en Estados Unidos se pueden extraer muchas conclusiones y reflexiones, pero como hay que escoger, van tres. Se basan en los datos duros de la elección, así como en las encuestas de salida. Conviene, una vez más, recordar que en las democracias maduras las encuestas de salida no son para saber quién ganó, sino por qué ganó. Y vuelvo a decir que México no es una democracia madura.Primera. Obama ganó por un margen más holgado de lo previsto, tanto en el voto popular (una diferencia de casi 3 millones de votos) como en el colegio electoral (casi 100 votos de diferencia). Los motivos de esta ventaja se pueden resumir en tres. La tormenta Sandy sacó a Romney del aire durante cinco días antes del voto y no hay candidato retador que los resista. Luego, la participación de los jóvenes, los hispanos y los negros fue mucho mayor a la pronosticada (superó en los tres casos a la del 2008), a pesar de la aparente falta de entusiasmo con la candidatura de Obama. Por miedo a la alternativa, por sabiduría o por esperanza semiteñida de resignación, estos tres segmentos de la población votaron más de lo que se sospechaba, y lo hicieron a favor de Obama en proporciones en algunos casos aplastantes. Por último, no se puede descartar que sobre todo las cadenas de sólo noticias 24 horas elevaron las expectativas de un final de fotografía para atraer televidentes en un mercado donde varias empresas se disputan con ferocidad una audiencia informada, politizada y próspera, pero reducida. Nadie se queda pegado a la televisión para atestiguar un acontecimiento cuyo desenlace se conoce días o semanas antes.Segunda. La importancia y la pertinencia del llamado voto hispano. Sabemos ya que un poquito más del 10% de los más de 130 millones de electores del martes fueron de origen hispano, es decir, mexicano-americanos, cubano-americanos, puertorriqueños, personas de ascendencia dominicana, centroamericana y andina. Este porcentaje rebasa el 8.5% de 2008 y se acerca al 13% del total que son los afroamericanos. De ese 10%, el 72% votó por Obama, el porcentaje más alto desde el que obtuvo Clinton en 1996, pero de un denominador mucho más pequeño. En el sentido estricto de la palabra, Obama no le debe su reelección a este voto, ya que los estados que le dieron el triunfo tienen baja población hispana: Pensilvania, Ohio, New Hampshire, Iowa. Pero en otros estados clave sí pesó, y en el voto popular sin duda fue decisivo.Ahora bien, las encuestas revelan que tres cuartas partes de los hispanos se mostraron favorables a la legalización de los indocumentados (la llamada "amnistía"), 40% consideró que el tema migratorio era el más importante para ellos, y 60% de todos los votantes también se manifestó a favor de la regularización. En otras palabras, el tema migratorio es clave para los hispanos que votaron por Obama, la legalización es aceptable para la gran mayoría de los votantes, y con 55 escaños en el Senado, Obama sólo necesita a cinco republicanos perspicaces para aprobar -al menos en la Cámara alta- el equivalente de la enchilada completa. Veremos si lo hace.Tercera. Ciertos sectores de la población son mucho más liberales de lo que se piensa. Se manifestaron en varios estados a favor de los matrimonios de personas del mismo sexo, y sobre todo aprobaron la legalización plena de la mariguana en Washington y Colorado, y su uso médico en Massachusetts. Esto reviste, obviamente, un enorme significado para México: más allá de lo que haga el gobierno de Estados Unidos, y del impacto real que pueda tener sobre las finanzas de los cárteles mexicanos; se antoja más aberrante la postura calderonista de la guerra contra el narco -original y esencialmente mariguanero- cuando estados emblemáticos, aunque carentes de una gran población, caminan en la dirección opuesta. Nunca tuvo sentido poner los muertos mientras "ellos" fuman cannabis; tiene menos sentido aun cuando lo hacen a la luz del día y en sintonía con la ley.