Tengo gran cariño a mi Michoacán, allá viví más de diez años cuando quise continuar mi vida profesional en esa ciudad, pero ya desde entonces —hablo de los años 80—, los traficantes de la droga habían sentado sus reales, sobre todo en el sur del estado, mientras las autoridades no les prestaban mucha atención. Pronto, la corrupción fue cada vez mayor y más ostensible, la connivencia de autoridades con sicarios era y es bien conocida; eso, y las tomas de alcaldías, los bloqueos de carreteras y la inseguridad rampante, me hicieron regresar a la capital.Hoy mi Michoacán sufre los efectos de la criminalización de la mariguana, cuyo tráfico ha propiciado corrupción e impunidad en todos los órdenes de gobierno; la violencia es constante, cientos, miles de michoacanos han sufrido, miles han muerto, la economía está estancada, hay un gobernador fantasma y un suplente que sirve para lo que se le unta al queso, ¡lástima por mi Michoacán!Pensé en esto al presenciar la mesa redonda que organizó Juan Ramón de la Fuente en la Fundación Miguel Alemán, con la participación de Héctor Aguilar Camín, Pedro Aspe, Jorge Castañeda, Fernando Gómez Mont y María Elena Morera: “Mariguana, ¿despenalizar su consumo?”.María Elena Morera, con la claridad que la caracteriza, habló de la inutilidad y la irresponsabilidad que representa seguir criminalizando a quienes fuman mariguana, y a la ridiculez de tener una tabla de penas en función de los gramos incautados —como escribí aquí la semana anterior—; propuso llanamente que el asunto se trate como lo que es: un problema de salud.Fernando Gómez Mont recordó que entre los derechos fundamentales del ser humano está el derecho a usar su cuerpo como desee, en tanto no afecte a terceros, y lo que debe hacer el Estado es educar, sin criminalizar o condenar, por lo que hay que revisar la ley.Juan Ramón de la Fuente dio, con cifras concretas, varios datos: la posibilidad de que quien consume mariguana se vuelva adicto es 9%, comparado con 15% si bebe alcohol o 32% si fuma tabaco; cierto, la mariguana daña, hay que educar, pero no es lógico tratar de rehabilitar a quien bebe o fuma tabaco y condenar a quien consume mariguana.Jorge Castañeda reiteró que no tiene sentido seguir aceptando las políticas prohibicionistas de Estados Unidos cuando ya dos estados de la Unión Americana liberalizaron totalmente la producción comercialización y consumo de mariguana; aquí podemos hacer lo mismo paulatinamente.Pedro Aspe, finalmente, señaló que el hecho de que la yerba esté prohibida eleva los costos y que ese dinero se usa para contratar sicarios, comprar armas y corromper a las autoridades, por lo que esa política es económicamente inviable y tiene que cambiar.En resumen: los ponentes propusieron que cada estado de la República haga una legislación para que se despenalice el consumo y que se destinen los fondos que ahora se gastan en combatir a los narcos, para educar y rehabilitar a los drogadictos.Y repito la pregunta que hizo el doctor de la Fuente: “Si su hijo es sorprendido fumando mariguana, ¿qué prefiere usted, que sea llevado a la cárcel o a un centro de rehabilitación?”