No sabremos, hasta dentro de un par de años, si las reformas aprobadas durante los primeros veinte meses del sexenio de Enrique Peña Nieto surtieron el efecto deseado, a saber, elevar la tasa promedio de crecimiento de la economía mexicana de 2.5% a 4.5 o 5% anual. Pero sí sabemos cuál es la magnitud del reto, y algunos de sus parámetros. Los números son relativamente sencillos, y hasta ahora no son alentadores.La semana pasada, la Secretaría de Economía entregó los datos de Inversión Extranjera Directa para el primer semestre de este año. A pesar de ciertas dificultades en comparar el 2012, 2013 y 2014, debido a lo que la propia Secretaría llama "operaciones atípicas", que sucedieron durante los 3 años mencionados, en principio la cifra total de inversión extranjera en México durante cada uno de estos tres años (para el 2014 multiplicamos por 2 la cifra del primer semestre) se ubica en alrededor de 20 mil millones de dólares. Haciendo a un lado los movimientos atípicos durante los tres años, el total se ha mantenido más o menos igual. Este flujo es similar al de Chile en cada uno de estos mismos años, y más o menos la tercera parte de lo que recibe Brasil, siendo que la economía chilena es mucho más pequeña que la mexicana, y la brasileña mayor que la nuestra.Como el PIB mexicano ha crecido, aunque no mucho, en el 2012, 2013 y crecerá, dice el gobierno, 2.5% en el 2014, la Inversión Extranjera Directa como proporción del PIB ha seguido disminuyendo, como ha sido el caso desde principios de este siglo. Se situará este año en cerca de 1.8% del PIB. Se trata de una proporción, como ya lo hemos señalado en estas páginas, inferior a la de varios países latinoamericanos, unos más grandes que México, y otros de mayor población o tamaño de economía.Ahora bien, aunque se pueda discutir la naturaleza exacta de la causalidad, existe un relativo consenso de que para crecer al 5% anual es una condición necesaria, quizás no del todo suficiente, que México invierta unos cinco puntos más del PIB al año, pasando de entre 20 y 21% hoy, a 25 o 26% algún día. Todo el secreto del crecimiento futuro de la economía mexicana yace en esos cinco puntos. Sin ellos, no parece haber cómo crecer al ritmo deseado. Esos cinco puntos pueden provenir de la inversión privada nacional, de la inversión pública, de la Inversión Extranjera Directa, o como será seguramente el caso, de una combinación de las tres. Pero parece difícil, bajo cualquier circunstancia, que se encuentren esos cinco puntos sin que por lo menos dos se originen fuera de México. Es decir, que para crecer al 5% anual, la economía mexicana requeriría por lo menos de unos 25 mil millones de dólares de IED al año, adicionales a los que ya captamos. Aquí es donde se complican las cosas.Simplemente no se ve ni de dónde vendrían ni por qué vendrían. Es cierto que el gobierno de Peña Nieto ha logrado crear una sensación importante de optimismo en el extranjero a partir de realizaciones verdaderas: la aprobación de las reformas estructurales. Pero de ahí a que efectivamente podamos duplicar los montos de Inversión Extranjera Directa dentro de dos o tres años, y mantenerlos sostenidamente a los niveles superiores, parece haber más que una gran distancia, un abismo. Viajar mucho, ir a países nuevos para México, tener buen cartel en el exterior, pueden ser condiciones necesarias para que eso suceda, mas no suficientes. Desde poco después de la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte en 1994, la Inversión Extranjera Directa como proporción del PIB se ha estancado. Sigue estancada. Para saber si vamos a quebrar el techo actual y duplicar el flujo en pocos años, es preciso saber por qué se estancó. No es evidente.