En México, un país presidencialista por excelencia, los únicos dos aspirantes presidenciales en la historia de la nueva izquierda nacida en 1988 han abandonado al partido que les dio vida. Alguna explicación debe haber al respecto.En el caso de la renuncia de Cuauhtémoc Cárdenas, sin embargo, lo que falta es la discusión política e ideológica que debiera haber antecedido a una decisión de esas dimensiones. Cárdenas se va, en apariencia, porque solicitó la renuncia de Carlos Navarrete al partido y éste no accedió, por el escándalo de Iguala, Abarca, su esposa, y muchos otros temas de corrupción de candidatos análogos. Y por otro lado, la nueva dirección del PRD apoyada por la dirección anterior del partido, o sea Los Chuchos, no renunciaron porque consideraban que se había cumplido con las normas estatutarias del partido, y sobre todo porque no querían irse. Más allá de divergencias menores sobre una nueva normatividad para la selección de candidatos, o qué tanto pactar de nuevo con el gobierno federal en temas como la seguridad, el Estado de derecho, etcétera, no parece haber una divergencia sustantiva entre estas dos corrientes, como tampoco parece haberla con la corriente que ya se fue: la de AMLO a Morena.Como en las anteriores escisiones o reconciliaciones del PRD, no hubo debate de fondo sobre las grandes disyuntivas que enfrentan el partido, la izquierda y el país. Ni Navarrete y sus aliados, ni Cuauhtémoc, plantearon la existencia, en su caso de divergencias sobre si la izquierda debió haber insistido en una reforma fiscal sin IVA, que impidió en los hechos la creación de un sistema universal de protección social que le diera garantías a todos los mexicanos. Tampoco debatieron si fue correcta la postura del PRD en lo tocante a la reforma energética, marginándose de cualquier posibilidad de influir en la misma al rechazarla en su totalidad. Tampoco sostuvieron un diálogo verbal o por escrito sobre la postura del PRD frente a los muertos y los desaparecidos de Calderón. Ninguno de los dos hizo públicas sus posturas respectivas a propósito del papel del Ejército mexicano en ejecuciones extrajudiciales, como la de Tlatlaya, o las que pudieron haberse cometido durante el sexenio anterior. También se abstuvieron de discutir ante los militantes y simpatizantes de ese partido si su discrepancia con López Obrador se limita a la estridencia, la denuncia, la intransigencia ante la foto con Calderón y con Peña y el mandar al diablo a las instituciones, o también abarca desencuentros profundos sobre los motivos de la búsqueda de cada corriente del poder político en México. ¿Quieren lo mismo Cárdenas, Los Chuchos y AMLO, pero solo pretenden alcanzarlo de manera diferente?Mientras el PRD no inicie este tipo de discusión, no podrá salir de esta crisis. Las medidas normativas que puedan tomar algunos dirigentes carecerán de impacto mientras no se ubiquen en este contexto de discusión política sustantiva. Y mientras esa discusión no se dé será imposible para el PRD comenzar a organizar la toma de la decisión más importante de su futuro: qué tipo de candidato a la Presidencia quiere para 2018, partiendo de la premisa de que, si la salud se lo permite, AMLO será candidato de Morena, contra viento y marea, y con un viento de cola creciente, originado por el desempeño del gobierno de Peña Nieto.