Parece que el gobierno postergará cambios de gabinete y de rumbo hasta después de las elecciones. Se escucha que los comicios deben ser vistos como un referéndum sobre la gestión y estilo de EPN. Si le va bien, habrá ajustes menores pero mantendrá su estrategia. Si no, tomará decisiones de fondo, inevitables.
De ahí la importancia de saber cómo evaluar el desenlace de la campaña electoral para saber si les fue bien al PRI y a EPN. Hay por lo menos dos maneras de proceder. 1) La de mayor sentido de gobernabilidad parte de su necesidad de obtener la mayoría más uno de los escaños en la Cámara de Diputados, en compañía del Verde y el Panal, para la aprobación de presupuestos cada vez más austeros. Es la tesis de Carlos Puig y de la mayoría de encuestadores, y probablemente cierta.
2) Ver las elecciones en función del mandato que puedan o no darle a Peña. En ese sentido, un referéndum se gana o pierde con el número de votos a favor o en contra de la pregunta o del mandatario sujeto al resultado de las urnas. Aquí las cosas se complican. Para que EPN pueda argumentar que la ciudadanía ha aprobado su proyecto, el PRI, el Verde y el Panal deberán obtener un porcentaje de votos superior al que obtuvieron EPN y el Panal en 2012: 38.2%+2.3= 40.5%. De obtener menos, podrán decir que una cosa es la presidencial y otra la de medio periodo, pero el panorama es menos alentador si se mide el resultado de esta manera, la que el gobierno parece haber escogido.
De ahí lo deseable de hacer vaticinios más allá de las encuestas y del número de diputados. A la luz de sondeos y tendencias que uno puede detectar, el resultado será algo así, con pequeñas variaciones: el PRI obtendrá entre 32 y 33% del voto; el PAN 25-26%; se cerrará la brecha entre Morena y el PRD, tendiendo a emparejarse cerca de 12%; el Verde caerá en relación con las encuestas 6 o 7%; es imposible saber si Panal, Movimiento Ciudadano, Encuentro Social, PT y los Humanistas alcanzarán el 3% necesario para obtener su registro.
No es imposible que el PRI, el Verde y el Panal sumen alrededor de 40% del voto, poco menos que en 2012, pero no es descartable que obtengan menos. Así, el resultado puede ser poco concluyente desde el punto de vista del mandato. Por eso no es necesariamente una buena idea considerar la votación del 7 de junio como un referéndum y decidir qué hacer para el segundo trienio en función de ese resultado. Quizá sea mejor decir qué hacer, y luego tratar de que el resultado permita hacerlo.