A propósito del magnífico proyecto de sentencia propuesto en la SCJN por el ministro Arturo Zaldívar sobre la legalización de los clubes de cannabis, van algunos comentarios sobre las diversas definiciones (o su ausencia) de ciertos sectores de la sociedad. Desde la postura de un apoyo irrestricto a la ponencia.
Se le debe agradecer su sinceridad al tonto útil de Cano Valle, al troglodita de Manuel Mondragón, y al onegero (por todas las ONG que lo apoyan) Arturo Escobar. Con toda claridad, al igual que la Secretaría de Salud, aunque con menos franqueza, se han pronunciado contra la ponencia de Zaldívar. Sus argumentos son aberrantes, pero encierran el mérito de existir: “No queremos que El Chapo se vuelva empresario”; “No queremos una sociedad de adictos”; “¿Dónde vamos a colocar a todos los sicóticos?”. Supongo que esa es la posición del gobierno de EPN. (Go you to know)
En sentido opuesto, debemos felicitar al PRD por una postura clara —una vez no es costumbre— que quizás sea una primera manifestación del “efecto Basave”: un sí rotundo a Zaldívar. A partir de aquí entramos al pantanoso terreno de los eufemismos y, salvo un ejemplo concreto, no queda más remedio que preguntar. El ejemplo es Ricardo Anaya del PAN: está a favor del debate. ¡Que bueno! Solo que la SCJN no va a debatir, sino a votar. Creo que los mexicanos merecemos saber cómo debe votar la Primera Sala, según el presidente del segundo partido del país: sí o no. Luego vienen los panaceos (hablamos de ellos el lunes), los síperos, y los demás rezagos de la pre-modernidad. Entre otros, “mis twiteros”, como diría el general secretario: asombra que un segmento en principio joven, educado, próspero e informado sostenga posiciones tan retrógradas como las que he leído.
Quizás provenga de la preponderancia entre “mis twiteros” de los pejezombies. De allí las preguntas que siguen. ¿Cuál es la postura de los precandidatos presidenciales más o menos anunciados: López Obrador, Margarita Zavala, Mancera y Jaime Rodríguez sobre el proyecto de Zaldívar? Ya difícilmente pueden sostener que no es un tema prioritario: lo va a discutir y votar la SCJN, la máxima instancia constitucional del país, el 28 de octubre.
¿Se refugiarán en el debatismo? ¿Tendrán los pantalones (o las faldas) para decir abiertamente que se oponen a una medida que en Canadá, por ejemplo, mereció el apoyo en campaña del flamante primer ministro, Justin Trudeau? ¿O se atreverán a manifestarse a favor? Se buscan valientes, por lo menos para saber por quién votar en 2018.