Los atentados de París colocan a Francia y a las potencias occidentales en una situación casi imposible. Por más que se diga que algunos de los autores materiales de la masacre provinieron de Siria disfrazados como migrantes o refugiados, buena parte de los asesinos poseían la nacionalidad francesa. Al igual que los ejecutores de la próxima tragedia en Alemania, EU, Bélgica u Holanda: serán yihadistas residentes de estos países, enloquecidos por la atracción fatal y delirante del Estado Islámico, y de su paso por el “califato” establecido en Siria e Iraq. Lo cual vuelve fútiles los intentos por cerrar fronteras, controlar aeropuertos o confiscar pasaportes: el enemigo es francés, no viene de fuera.
Aunado a la relativa facilidad de conseguir armas de asalto en los barrios bajos de Bruselas, y con ellas quitarle la vida a números importantes de ciudadanos europeos, esto significa que no son evitables nuevos acontecimientos como los de París. O no lo son mientras exista el Estado Islámico, es decir un territorio de donde irradia la autoridad musulmana fanatizada, donde se entrenan los viajeros buscando yihad, y de donde se coordinan los atentados. La única manera de impedir nuevas tragedias consiste en aniquilar a ISIS, y eso requiere de una inversión en tropa, armamento y voluntad política que hasta ahora no ha existido en Occidente.
Destruir a ISIS mediante la invasión y ocupación longeva del territorio que hoy controla le haría el juego a los dementes del Estado Islámico que buscan justamente eso: convertir su gesta en un enfrentamiento con los infieles in situ. Y despertaría ira y resentimiento entre millones de musulmanes que no comparten el credo sunni y salafista de Mosul y Raqqa, y, sin embargo, rechazarían una nueva cruzada occidental en Medio Oriente. Pero no parece ser posible eliminar a ISIS como puros bombardeos y trabajo de inteligencia occidentales, acompañados de puras tropas kurdas, iraqís y de opositores sirios a El-Assad.
Lo único eficaz y definitivo sería una intervención franco-americana, inglesa, rusa y alemana, incluida esta última debido a los refugiados. Solo Angela Merkel los puede recibir, pero ya casi agotó su capacidad política de hacerlo. La única solución a la crisis humanitaria es el regreso de los refugiados a Siria en condiciones aceptables, lo cual implica acabar con ISIS y lograr una solución política en Siria.
¿Suena espantoso? Lo es, tanto como los atentados de París, como la bomba que derrumbó al avión ruso en el Sinaí, como los incidentes por venir. ¿Existe otro camino? Nadie lo ve, y no surgirá de la nada.