Si hay un ambiente de crisis en el gobierno, a propósito de la relación con EU, es por algo. En estos últimos días se han producido varios acontecimientos que no por previsibles dejan de ser críticos, sino es que demoledores, para el régimen y en algunos aspectos incluso para el país.
En primer lugar, con su triunfo en cinco primarias de cinco el martes en la noche, Donald Trump prácticamente asegura ser el candidato republicano a la presidencia de EU. Y gana además por márgenes muy abultados en estados mucho menos conservadores que otros: el noreste y Pennsylvania. Va a ser un rival potente y tal vez hasta temible para Hillary Clinton. Y además va a envenenar la retórica y la realidad de la relación entre México y EU por lo menos hasta noviembre.
En segundo lugar, el informe del GIEI sobre Ayotzinapa le abre tantos boquetes debajo de la línea de flotación a la versión oficial o “verdad histórica” propuesta hace más de un año por el gobierno, que era imposible que los medios, el gobierno, el Congreso, las ONG y la academia de EU no se percataran de ello y no reaccionaran con virulencia. La tortura de 17 supuestos confesos y autores de la matanza, la aparente siembra de pruebas por parte del jefe de la Agencia de Investigación Criminal, la inverosimilitud de la tesis oficial sobre el incendio de Cocula, y toda la impresión de podredumbre que da el sistema penal mexicano a través del informe del GIEI le ha costado enormemente al gobierno y a la imagen del país en EU.
Desde Hillary Clinton hasta el New York Times, desde el Departamento de Estado hasta CNN, y en los días por venir, entre ONG y múltiples congresistas, los golpes a las instituciones mexicanas serán cada vez más dañinos.
Pero la tormenta perfecta no es esta, es la que podría venir en las semanas que siguen. Trump no necesita asesores geniales para entender que el complemento ideal a todos sus ataques racistas, prepotentes y deleznables a los mexicanos, al gobierno de México y al país como tal, son las declaraciones, los editoriales, reportajes e informes de los sectores más progresistas de EU, que no dicen que los mexicanos somos violadores o narcotraficantes, pero sí que somos torturadores, desaparecedores, y ejecutores extrajudiciales. Trump ya no tendría que inventar nada, sino simplemente citar a Hillary Clinton, su contrincante. Ya no tendría que recurrir a periodicuchos de extrema derecha para fundamentar sus dichos, sino al New York Times. Y ya no tendría que recurrir a analistas o académicos archiconservadores, sino simplemente reproducir las declaraciones de WOLA, de Human Rights Watch, o de Amnistía Internacional.
Ojalá esto no suceda. Con lo salado que está este gobierno, es probable que sí.