Peña, Obama y el populismo

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Todos los mandatarios viajan para la taquilla nacional. En ocasiones se ven obligados a realizar desplazamientos al extranjero que no reditúan internamente, pero casi siempre se debe a cumbres o cónclaves predeterminadas y obligatorias. En algunas regiones —Unión Europea, Mercosur— las juntas semestrales o más frecuentes se han vuelto tan rutinarias que ni aportan ni restan. Lo esencial de un viaje al extranjero reside en las repercusiones internas: fotos, discursos, la recepción y la gala, los honores. No hay cancillería que le preste escasa atención a estos detalles, y quien sostenga que su presidente solo viaja “por el bien de la patria”, miente.
Algunos gobiernos le confieren mayor importancia a esta parafernalia que otros. Por ejemplo, sé que a Fox, con excepción de la visita de Estado a Washington en 2001, le daba más o menos lo mismo el protocolo y las fotos en los periplos. A la inversa, a Peña lo que más le importa es que lo reciban en visita de Estado, con todo el pomp and circumstance posible. Muchos de sus discursos afuera—casi nunca permite conferencias de prensa, y cuando sí, limita el número de preguntas— se centran en y se dirigen a la opinión pública interna, como en todas partes.
Por tanto, al pobre Peña se lo están acabando en las redes sociales por algo perfectamente acostumbrado: utilizar las tribunas del exterior para incidir en las batallas políticas del interior. Tan acostumbrado, que Barack Obama hizo lo mismo: aprovechó el foro de la Cumbre de América del Norte para referirse a Trump, al populismo en EU y a las contradicciones reales del libre comercio.
Obama no le respondió al EPN en su ataque elíptico a Trump y a López Obrador, ni se deslindó de él. Simplemente contrapuso la definición norteamericana del término “populista” a la latinoamericana. En EU la palabra “populismo” no conlleva connotación peyorativa alguna, a diferencia de América Latina: Vargas, Cárdenas, Perón, Velasco, el Trienio, Chávez, el ALBA et. al.  Al contrario, es elogiosa. Las principales figuras “populistas” del siglo 20 son Theodore Roosevelt, sobre todo en su fallida campaña presidencial de 1912; Robert Lafollete, de Wisconsin, y su fallida campaña, en 1924 (obtuvo 17% del voto), y Huey Long, el gobernador y senador por Lousiana, inmortalizado por Robert Penn Warren en su novela All the King’s Men. Todos, a pesar de sus innegables defectos, son, en el imaginario social del progresismo estadunidense de Obama, personajes aplaudibles (Long menos que los otros).
Peña no tiene por qué saber todo esto, que pertenece a mi acervo infinito de datos inútiles. Sus colaboradores, sí. No era difícil advertirle que al referirse a Trump y a AMLO, con todos las elipses del mundo, se podría complicar innecesariamente la vida. Un verificador de hechos (fact-checker) en Los Pinos no sobraría.

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