Jorge Castañeda
Ayer comenté que la invitación a Trump fue innecesaria, inútil y a destiempo. Me quedé corto. Ha sido un completo desastre para el gobierno en su conjunto, para Peña Nieto y para el país.
Trump se llevó orejas y rabo. Logró compaginar dos objetivos contrapuestos con bastante éxito. Por un lado, en México apareció como alguien dotado de estatura presidencial capaz de sentarse con sus adversarios y, con cortesía y deferencia, decir las peores barbaridades y, sobre todo, de ser tomado en serio: Trump “el bueno”. Y, escasas horas más tarde, complació a su base electoral más radical con un discurso incendiario, detallado, iracundo y fiel a lo que ha dicho a lo largo del último año: Trump “el malo”. Unos ven un doble discurso. Lo es, y no es fácil venderlo con éxito. En mi opinión, lo logró.
En una situación tan adversa ningún equipo de gobierno o presidente podrían salir bien librados. Pero este equipo y este presidente hicieron todo lo posible para salir peor librados de lo necesario. El que tuvo la idea de invitar a ambos candidatos norteamericanos a México tuvo una mala idea. Si querían de cualquier forma que Peña se reuniera en algún momento antes de la elección norteamericana con Clinton y Trump, la forma de hacerlo era en EU con el pretexto de otro viaje, como de pasada verlos a ellos en algún lugar de la Unión Americana.
Si querían traerlos a ambos a México pensando que le conferían una gran estatura internacional a EPN, también lo hicieron mal, porque deberían haber negociado todo antes. Y tan no lo tenían negociado, que el propio EPN reconoció que Hillary Clinton no había respondido aún el miércoles en la noche: ni sí, ni no. ¿Cómo aceptar que Trump viniera sin tener la certeza de que también acudiera ella un poco antes o después?
Y, por último, si no se podía negociar todo solo con Trump, por lo menos tener entonces estrategias de contingencia para cada uno de los posibles desenlaces: rechazo por la opinión pública mexicana, violación por parte de Trump de algunas reglas supuestamente acordadas con anterioridad, control de daños en caso de desaguisados, etcétera.
Por lo menos hay un rayo de luz en todo esto. Con tirabuzón, sin duda, pero ya queda en el dominio público, Denise Maerker logró inducir a EPN a pronunciar las palabras mágicas: “Ha habido posicionamientos [por parte de Trump] que francamente representan una amenaza y un riesgo para México”.
Esto es lo que muchos sugerimos desde hace un año que debería haber dicho EPN tanto en México como en EU, acompañado de dos frases adicionales: México sabe que los votantes norteamericanos elegirán a su presidente como se les de su regalada gana, pero el presidente de México también sabe qué posturas y qué políticas de EU ante México son conducentes a una buena relación y cuáles no lo son. Los pronunciamientos de Trump no lo son.
Ojalá Peña ya abandone el absurdo silencio que ha sido el suyo hasta ahora; deje de hacerle caso a los anacrónicos antiintervencionistas, todos ellos con la misma actitud que hablo, y hable con claridad no solo en México sino también en EU. Si es así, algo habremos salvado de este naufragio, quizás, definitivo.