Jorge Castañeda
El voto de México en la Unesco sobre el Templo del Monte en Jerusalén cobró una primera baja: la de Andrés Roemer, ex representante permanente mexicano. Es poco si recordamos el despido del canciller Emilio Rabasa en 1975 por Luis Echeverría, debido a un voto análogo (guardando las proporciones) en la ONU, y mucho si nos preguntáramos cuál era la necesidad de un voto de tal estulticia.
Prefiero tratar de entender lo sucedido. Los hechos primero. Con independencia de las comunicaciones entre el embajador y la cancillería (muchas de las cuales son públicas), tanto el Presidente como la secretaria de Relaciones supieron de la existencia de una votación inminente en la Unesco y de la importancia que la comunidad judía mexicana y el gobierno de Israel le acordaban al tema. Peña invitó a dos líderes de la comunidad al funeral de Shimon Peres; durante el vuelo, ambos le manifestaron su preocupación por el voto de México y las implicaciones del mismo.
En segundo lugar, la secretaria tuvo la oportunidad de conversar con su embajador, en París, 10 días antes de la votación. No lo hizo. Tercero: la decisión de cómo votar la tomó el subsecretario de Asuntos Multilaterales, Miguel Ruiz Cabañas, en el sentido que revelan las instrucciones enviadas a Roemer y divulgadas indebidamente por él. Se le instruyó votar a favor de la resolución, contra Israel, con el bloque afro-asiático, árabe y de parte de América Latina, y al margen de EU, Alemania y Reino Unido (en contra), o Francia y España (abstención). En un gobierno serio, quien debiera pagar los platos rotos sería como mínimo, Ruiz Cabañas. Como máximo, la secretaria.
Pero eso no iba a pasar por una razón: Ruiz Cabañas se ha convertido en el vocero internacional de las fuerzas armadas en materia de derechos humanos. A diferencia de todos los países, y de México hasta ahora, en lugar de que el Ministerio del Interior (Gobernación) sea el malo de la película en derechos humanos y la cancillería el bueno, ahora es al revés. El aliado incondicional de los militares es la SRE y la voz defensora de los derechos humanos la alza el subsecretario de Gobernación encargado del tema.
Roemer, sin idea de lo que sucedía, no tenía el menor chance de ganar. Menos aún contra el chip priista de buena parte del servicio exterior que, en esta materia, sigue siendo echeverrista. Su default option es pro-Palestina, pro-Tercer Mundo, pro-ex Grupo de los 77, pro-No Alineados. Todas esas dolencias no se quitan, salvo con poderosos antídotos.