Jorge Castañeda
He insistido en varias ocasiones en la incongruencia de la postura del gobierno de Peña Nieto sobre los migrantes centroamericanos desde julio del 2014. Algunos recordarán que en esa fecha se desató una ola de menores no acompañados huyendo de la violencia en Honduras, El Salvador y Guatemala, dirigiéndose a la frontera de Estados Unidos, donde al cruzar se abalanzaban a los brazos o paneles de la patrulla fronteriza para solicitar asilo. O en todo caso, tratándose de niños, de ser detenidos y luego encargados a familiares en Estados Unidos mientras se resolvía su situación migratoria. Siempre pensé que estábamos haciendo el trabajo sucio de EU a cambio de nada. Pero también pensé que con el tiempo, el desgaste y la exigüidad de los recursos humanos y financieros disponibles, el gobierno desistiría.
Asimismo, en distintos artículos o entrevistas, y en particular en el ensayo que publiqué con Armando Ríos Piter en Nexos este mes, he reiterado la idea de que este tipo de cooperación de México con EU, en el mejor de los casos, sólo tiene sentido con un gobierno amigo, como hasta cierto punto lo fue el de Barack Obama. Carece de lógica este tipo de cooperación si nos agrede todos los días quien tomará posesión de la presidencia de EU pasado mañana.
Ahora resulta, según un artículo de Joshua Partlow de The
Washington Post, que las autoridades migratorias mexicanas no sólo están haciendo el trabajo sucio de Estados Unidos en la frontera sur, sino también en la frontera norte. De acuerdo con dicho reportaje, por ejemplo “Hace unas semanas un expolicía guatemalteco se dirigió a unas guardias de seguridad norteamericanas privadas en uno de los cruces fronterizos de Tijuana y solicitó asilo en EU. Dijo: ‘estoy huyendo de mi país’, recordó después el policía que les había dicho a los guardias, explicando que ya había sobrevivido dos atentados. Soy un perseguido entre la vida y la muerte. Se le dijo al policía que necesitaba entrevistarse con las autoridades migratorias mexicanas que lo colocarían en una lista de espera para que pudiera más adelante plantear su caso con funcionarios norteamericanos.
Pero las autoridades mexicanas se negaron a agregarlo a la lista, dijo el policía, y desde entonces se ha encontrado varado en el norte de México. El guatemalteco es uno de cientos, o quizás miles de extranjeros, que han sido bloqueados en meses recientes y a quienes se les ha impedido entrar en contacto con funcionarios de asilo norteamericanos en toda la frontera”.
Es cierto que se han disparado las solicitudes de asilo de centroamericanos y mexicanos en EU, de menos de 40,000 en el 2011 a más de 83,000 en 2015. Es cierto también que en el caso específico de los haitianos en Tijuana las autoridades mexicanas adoptan una actitud distinta y positiva, aunque lenta y sin recursos. Y es verdad que los norteamericanos violan sus propias leyes al no escuchar los alegatos a favor del asilo. Pero no tiene explicación que México ayude a EU en esta materia antes de sentarse a negociar con Donald Trump el paquete de temas en la agenda bilateral al que se refirió Peña Nieto en la Reunión de Embajadores y Cónsules hace una semana. Si ya desde ahorita nos hacemos cargo de los haitianos, cubanos, guatemaltecos, salvadoreños y hondureños porque EU no los quiere dejar entrar, y nosotros no sólo actuamos como muro de contención en el sur sino también en el norte, y no sólo los extorsionamos, chantajeamos, violamos y asaltamos a la entrada y durante su trayecto en México, sino que también les dificultamos la vida al llegar a la frontera con EU, resulta una postura completamente incomprensible. Lo lógico sería aplicarle a Trump desde pasado mañana la famosa regla de Pottery Barn a la que se refirió Colin Powell a propósito de Irak: “Si lo rompes, es tuyo”: “Si rompes la frontera, es tuya”. Y si construyes un muro, es tuyo. Usa tu muro para detener a los migrantes, las drogas, los terroristas y todo lo demás, pero no nos pidas que te cuidemos la frontera. Para eso está tu muro.