Jorge Castañeda
El Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública publicó, con bastante celeridad, los datos de homicidios dolosos para 2016. Son aterradores. Antes de revisarlos, conviene recordar que muchos estudiosos de estos temas han detectado que las cifras del SESNSP suelen ubicarse en un rango de 10% por debajo de los del INEGI, que salen con más demora.
En 2016, tuvieron lugar en México 20,766 homicidios dolosos, un aumento de 22% en relación al año anterior, que a su vez arrojó un incremento de 9% frente al 2014. Es la cifra más alta desde 2012, y apenas 10% inferior al pico histórico de 2011. Representa una duplicación de los números del 2007, el año con menos homicidios dolosos, en términos absolutos y por cada cien mil habitantes, en la historia moderna de México. Prácticamente garantiza que durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se habrán producido más homicidios dolosos que durante la hecatombe de Calderón. Al cabo de diez años de guerra contra el narco, hay el doble de violencia, de acuerdo con el rasero más confiable (o menos incierto) con el que contamos en México. Si quisiéramos irnos a un indicador menos robusto, ya que depende de denuncias y no de datos duros, el total de secuestros pasó de 438, en 2007, a 1128, en 2016, más que en 2015, de nuevo, y más o menos lo mismo que en 2012.
En el número de enero de la revista Nexos aparecen varios artículos sobre la Guerra de diez años. El de Alejandro Hope establece un diferencia fundamental por un lado entre la violencia de los primeros años, la caída de la misma entre 2012 y 2014, y el nuevo auge de 2015-2016, por el otro. Según el autor, los homicidios dolosos de los dos primeros períodos se concentraron en un puñado de estados: Chihuahua, Coahuila, Durango y Nuevo León. En cambio, a partir de 2014, el recrudecimiento de la violencia se volvió “un fenómeno (casi) nacional”. Entidades como Colima, Veracruz, Zacatecas, Campeche, Tlaxcala, y en términos absolutos el Estado de México, se han vuelto las capitales del crecimiento de la violencia. Uno puede o no sacar las mismas conclusiones prácticas de esta evolución que los autores de los textos de Nexos. Pero es innegable que no merma la violencia, que los beneficios de la Guerra de 10 años son nulos o ínfimos, y que no existe razón alguna para pensar que con más tiempo, más dinero, más muertos, surgen réditos superiores.
En un país diferente, los responsables de esta catástrofe se verían por lo menos estigmatizados en el ágora, en las urnas, en las calles y las universidades. En México, no. Luego nos preguntamos por qué sigue todo igual. Por qué no pasa nada, salvo los muertos. Y también nos preguntamos por qué los paisanos no quieren volver de Estados Unidos.