Es difícil saber cómo suceden las cosas dentro del partido Acción Nacional. No por falta de transparencia, sino porque los panistas responden a motivaciones, criterios, incentivos peculiares, que no son siempre los del resto de la sociedad mexicana. Desde luego que el PAN no es una contrasociedad, como lo fueron los partidos comunistas en el mundo entero durante más de medio siglo, pero sí se rige por códigos que no siempre son accesibles a todos. Por lo tanto, lo que sigue debe ser visto con algo de cautela: una hipótesis explicativa de un comportamiento dentro del PAN que puede o no validarse con el tiempo.
Hace unos días, el máximo órgano dirigente del PAN, a instancias de su presidente, Ricardo Anaya, decidió por unanimidad oponerse al llamado pase automático del titular de la PGR hoy, a la titularidad de la Fiscalía General de la República mañana –mañana puede ser cualquier día antes de que termine este sexenio– y por tanto en los hechos imposibilitar la ratificación de Raúl Cervantes como el llamado “fiscal carnal”. La decisión del PAN reviste una gran importancia, ya que, si los senadores panistas en su totalidad acatan esta determinación de la dirección nacional, no le alcanzan los votos al PRI para imponer a Cervantes y por tanto para asegurar la impunidad de los funcionarios de este gobierno, en particular de Enrique Peña Nieto.
Esta decisión sin duda, obedece a muchos factores. Se aproxima la elección presidencial, y ser cómplices de uno de los gobiernos salientes más impopulares en la historia moderna del país, no es un buen negocio para ningún partido de oposición, por leal o tibia que sea dicha oposición. Además, es un hecho que la facción calderonista, cómplice de todos los abusos y fechorías de EPN, ha perdido influencia y poder dentro de las bancadas panistas, simplemente por el paso del tiempo y por el ascenso de otros sectores. Pero un factor adicional, puede residir en las múltiples exhortaciones que han escuchado Anaya y sus colegas, sobre todo Santiago Creel y Gustavo Madero, en el proceso lento y en ocasiones desesperante de la construcción del Frente Amplio Opositor. Son tantas las reuniones públicas y privadas, formales y oficiosas que se han celebrado en los últimos meses, que es muy difícil encontrar patrones recurrentes de conducta en ellas, pero de algunas pocas a las que he podido asistir, me queda claro lo siguiente. Los interlocutores no panistas de Anaya y sus colegas, han sido categóricos en cuanto a que un frente amplio “opositor” implica ser oposición para las elecciones del 2018, pero antes también.
Los perredistas y los llamados representantes de la sociedad civil o de otros sectores, no necesariamente le exigen al PAN que adopte una postura de oposición a ultranza, a todo, desde ahora, pero sí a algunas cosas en algún momento. Y quizás, en lo que más han insistido los interlocutores del PAN en estas discusiones ha sido justamente la necesidad de oponerse a la designación de Cervantes como fiscal general de la República. El hecho de que Anaya y sus colegas hayan seguido este rumbo por sus propias razones, pero también gracias a dichas exhortaciones, es una muestra a la vez del costo que puede entrañar el llamado Frente Amplio Opositor, pero también de sus beneficios.
¿Se traducirá todo esto en hechos concretos dentro del Senado? Lo veremos. Es posible que algunos senadores calderonistas no acaten la decisión de la dirección nacional. Es posible que la dirección nacional cambie de idea. Es factible que no haya tal frente opositor y por tanto que el constituir una oposición más resoluta en estos meses que vienen, revista menor importancia para el PAN. Pero por ahora, Acción Nacional ha adoptado una posición mucho más congruente sobre un tema realmente importante. Esto se debe en parte –sólo en parte, pero también en parte– al proceso de creación del llamado Frente Amplio. Una de cal.