Jorge G. Castañeda
La encuesta de salida de Alejandro Moreno en El Financiero empieza a ofrecernos datos esenciales para comprender lo que sucedió el domingo: una marea morena que puede transformar al sistema político mexicano y en su caso al país. Con todo y los desafíos que presentan las encuestas de salida en general –en México y en el mundo–, las preguntas socio-económicas y las de razones para votar o no votar por alguien, pueden recibir respuestas más confiables.
Una primera conclusión inescapable de la encuesta de Alejandro se desprende de la interrogante: “¿Cuál es la principal razón por la que votó por ese candidato?”. Andrés Manuel López Obrador claramente conquistó el sufragio del cambio: 77% de los encuestados para los cuales el cambio era lo más importante votaron por él. Sólo el 13% se inclinó por Anaya. La pregunta pendiente estriba en si Anaya perdió el voto del cambio por el PAN, por sus propias posturas, o porque el gobierno de Peña Nieto logró tildarlo de corrupto y deshonesto, siendo que el combate a la corrupción fue el segundo tema más importante de la elección (el primero fueron los empleos y la economía).
Un segundo dato que nos entrega la encuesta se refiere a quiénes le confirieron gran importancia a las ideas y propuestas. Aquí salió ganando Anaya: 33% de aquellos para los cuales este tema era primordial, votaron por él, es decir, diez puntos más que su resultado general. Meade logró el 19% de estos votantes, un poquito por arriba de su total, y AMLO 41%, doce puntos menos. En otras palabras, la idea de que Anaya no formuló propuestas y Meade sí, o que López Obrador convenció más al electorado por sus propuestas, es falsa, si nos atenemos a este sondeo.
Una explicación del resultado final se halla en otra pregunta, la que tiene que ver con la identificación partidista. El PRI, el PAN y Morena votaron abrumadoramente por sus candidatos: el PRI 78%; el PAN 90%; Morena 97%. Pero sólo 43% de los perredistas sufragaron por Anaya, y 45% lo hicieron por AMLO. No se trata de una enorme cantidad de electores, pero en este segmento de la población el Frente no cuajó plenamente. Conviene señalar que en el caso del PRI, el voto útil sí se dio (uno de cada cinco priistas no votó por Meade), pero se repartió a mitades entre Anaya y AMLO.
Por último, en materia de educación, hubo un resultado contraintuitivo, por lo menos en lo que al Frente se refiere. La gente sin estudios votó en un 28% por Anaya, su nivel más elevado de todos los segmentos; mientras AMLO sólo obtuvo el 42% de los mexicanos sin estudios, 11 puntos menos que su promedio. Mientras que más o menos el mismo porcentaje de mexicanos con estudios universitarios (55%) eligió a López Obrador que su total general: no le fue mejor a AMLO entre estos habitantes del país que entre los demás, pero sorprende que un sector ilustrado, informado y no tan desfavorecido de la sociedad mexicana haya preferido a un candidato con nostalgia del pasado a uno con visión de futuro.
Habrá que ir revisando otras encuestas de salida (Mitofsky, GEA, GCE, etcétera) para formarnos una idea más precisa y compleja del comportamiento de los votantes del domingo. ¿Cuánto pesó el rechazo a Peña Nieto, y cuál fue su importancia en la debacle del PRI? ¿Fue Peña, Meade, o ambos, el factor central? ¿Cuál fue el impacto de la campaña oficial contra Anaya: mucho, como pensamos quienes lo apoyamos, o poco, como creen muchos analistas? Habrá tiempo ahora para estudiar todo esto con calma.