EU-Venezuela: buscando una justificación

Algunos pensaron que la reunión de altos mandos militares y navales convocada por Donald Trump ayer en Virginia tenía por propósito lanzar una declaración de guerra a Venezuela. No fue así. Se trató de un simple acto más de campaña, con un discurso más o menos coherente, más o menos incendiario y más o menos gratificante para su base. Lo cual no significa que no haya otras señales que apuntan hacia un desenlace próximo en la creciente presión que ejerce Estados Unidos sobre la dictadura de Maduro en Caracas.

Además de atacar a varias lanchas supuestamente cargadas de droga; además de enviar ya desde hace varias semanas una flotilla de ciertas dimensiones y costo a las costas venezolanas; además de enviar un número cada vez mayor de declaraciones estridentes contra Maduro, Washington hoy prepara un razonamiento o argumentación que le permita justificar cualquier acción que decida emprender en las próximas semanas.

La justificación es política y jurídica, y se basa esencialmente en el tema del narcotráfico, de los cárteles, y de los decesos en Estados Unidos provocados por la llegada de drogas en general, y de fentanilo en particular, a sus calles. De acuerdo con las tesis del equipo de Trump, Maduro es el capo de cárteles que han sido declarados por Estados Unidos como organizaciones terroristas extranjeras, que se encuentran en una situación de guerra y de invasión a Estados Unidos, causando cientos de miles de bajas a la sociedad norteamericana y contra los cuales se justifica el uso de la fuerza militar justamente por tratarse de organizaciones ya no sólo criminales, sino que sostienen una guerra contra Estados Unidos.

La mayoría de los juristas norteamericanos consideran que estas tesis carecen de sustento jurídico y que sólo el Congreso puede aprobar una acción militar, a menos de que se trate de una respuesta puntual a una agresión de Estados Unidos (el caso de las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001). Pero Trump no necesita tanto de fundamentos jurídicos para lanzar la operación que resuelva contra Maduro, sino más bien simplemente saber cómo sostener él mismo estas posiciones ante los medios y ante otros gobiernos. No va a tratar de convencer a los juristas, a las universidades, ni al Congreso o la ONU, sino simplemente de buscar cómo llevar el debate de la manera en que a él le gusta.

Una de las posibles claves relativas a la evidencia de una acción norteamericana consiste en la presencia de Steven Miller en el equipo de los duros en Washington. Aunque normalmente el número dos de la oficina de la Presidencia de la Casa Blanca se dedica a los temas migratorios, en las últimas semanas ha pasado a ser uno de los voceros y estrategas más activos y vigorosos en la campaña contra Maduro. Difícilmente se inmiscuiría Miller en un tema tan espinoso y con tan pocas posibilidades de salir ganando si no pensara que su jefe efectivamente va a dar luz verde en algún momento. La gran pregunta es ¿luz verde a qué?

Como ya se ha comentado ampliamente, la invasión parece poco probable. Se requerirían muchas más tropas que las que están presentes en las costas venezolanas; a Trump no le gusta enviar tropas a ningún lado; habría bajas norteamericanas importantes; y podría aplicarse la famosa regla de las tiendas Pottery Barn: “Si lo rompes, es tuyo”. Washington tendría que hacerse cargo del subsiguiente desastre en Venezuela, y no es algo que parezca atraer mucho la atención de Trump.

La segunda opción consistiría en una operación extractiva, por un comando de Navy SEALs, por ejemplo, que habría detectado exactamente dónde se localiza Maduro en un momento determinado y entraría por él para o bien ejecutarlo, o bien llevárselo a Estados Unidos. Sería una mezcla de las operaciones contra Noriega y contra Bin Laden en años anteriores. Parece difícil. Los militares venezolanos y la seguridad cubana que cuidan a Maduro tienen que haber analizado esta posibilidad repetidamente, y sin duda han diseñado estrategias y tácticas para contrarrestarla. No es imposible que prospere, pero estaría demasiado anunciada ya.

La tercera posibilidad, y la más probable, radica en seguir intensificando la presión sobre Venezuela para que un sector de los militares finalmente se subleve contra Maduro, lo depongan, lo tomen preso y lo entreguen a Estados Unidos. Hasta ahora no parece que esta táctica ha funcionado, pero es la más creíble y la de menor costo si prospera.

El problema es que algo tiene que suceder dentro de relativamente poco tiempo. Esta presión de Estados Unidos cuesta mucho dinero, coloca a la oposición venezolana en una situación sumamente difícil y genera todo tipo de rechazos dentro de Estados Unidos. Se puede sostener durante un tiempo, pero no indefinidamente. Por eso es que sería sensato a estas alturas ya prever que algo va a suceder con Venezuela, o en Venezuela, en las próximas semanas, o cuando mucho un par de meses.

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