Los chismosos profesionales dedicados al análisis/participación política hemos escuchado en estos días rumores acerca de la inminencia de una reforma política más o menos seria. De ser el caso sería, sin duda, el acontecimiento más relevante del sexenio y un legado muchísimo más importante que cualquier otro, tanto de Calderón, como de Beltrones y los principales jefes del PRI -los priistas que tienen el control real del tricolor en la Cámara de Diputados. Se ha filtrado que la reforma incluiría reelección de legisladores, algo de ratificación de gabinete, de elección y autonomización de entes reguladores, candidaturas independientes, iniciativas preferentes e iniciativa ciudadana/parlamentaria. No me queda claro si incluye referéndum para modificar la Constitución. Aunque en lo personal me sentiría complacido si se aprobaran las candidaturas independientes, me parece que la madre de todas las reformas institucionales debe ser justamente el referéndum. Dedicaré unas líneas a ese tema.O por ignorancia de buena fe, por conservadurismo congénito o por oposición de mala fe, se esgrimen argumentos simplistas o falsos en contra del referéndum: que se podrían consumar barbaridades constitucionales, desde quitarle el voto a las mujeres, hasta introducir la reelección perpetua del Presidente; que la gente en México es demasiado ignorante para pronunciarse sobre temas complicados, como modificar el artículo 27 constitucional y permitir la inversión privada en Pemex, o modificar el régimen federalista mexicano; que el poder de los medios es tal que serían ellos quienes definirían el desenlace de cualquier referéndum, etcétera. Sin entrar a la sustancia, quiero aportar unos elementos para que cada quien se forme su opinión. Desde 1988 se han celebrado 40 referéndums o plebiscitos en América Latina, 25 de sustancia, es decir, llamar a una asamblea constituyente, aprobar una Constitución, aprobar reformas constitucionales, aprobar un tratado libre comercio (Costa Rica), establecer una amnistía con relación a derechos humanos (Uruguay), prohibir la comercialización de armas de fuego (Brasil), ampliar una obra de infraestructura (Panamá), establecer un plan decenal de educación y de salud (Ecuador), asuntos fiscales (Colombia), privatización de un sector económico importante (Bolivia y Uruguay). Quince fueron del tipo separación o plebiscitarias como Pinochet en Chile en 1988; Chávez en Venezuela en 2004 para revocación de mandato y perpetuación de la reelección en 2007; o establecer la reelección en Panamá en 1998. De los 40 ejercicios, en 26 casos se aprobó la propuesta sometida y en 14 se rechazó. En los ejemplos estrictamente plebiscitarios, Pinochet perdió en 1988, Chávez perdió su intento de establecer la reelección perpetua en 2007 y ganó el de revocación de mandato en 2004, y en Ecuador fue destituido Bucaram en 1997.El número de consultas es elevado, casi dos por año en toda América Latina; la diversidad de temas es amplia; y no hay un sesgo claro a favor de la aprobación, aunque se han aprobado más iniciativas que rechazado; y los plebiscitos de facto han tendido a fracasar: Pinochet, Chávez, Bucaram, sólo Evo Morales ha triunfado. De ello se desprende una conclusión evidente: no hay un patrón del discurso del gobierno en función en cada iniciativa; no es fácil que un Presidente en función utilice la figura para perpetuarse en el poder. Países con niveles educativos inferiores al nuestro han recurrido a este ejercicio en varias ocasiones, como lo han hecho también países con niveles educativos superiores (Chile, Uruguay y Costa Rica). A propósito no incluimos una enumeración de referéndums en países más desarrollados, como los europeos, pero no sobra decir que prácticamente todos los cambios constitucionales, las adhesiones a la Unión Europea y muchas definiciones sustantivas sobre asuntos de trascendencia se han resuelto en Europa y Canadá por la vía del referéndum, ¿México por qué no? jorgegcastaneda@gmail.com@JorgeGCastaneda