Mientras Nueva Alianza y/o Elba Esther Gordillo no filtren su versión de los acontecimientos, como lo ha hecho el círculo allegado a Peña Nieto, será imposible saber a ciencia cierta qué fue exactamente lo que provocó el único acontecimiento importante e inesperado hasta ahora en esta campaña presidencial. Es muy factible que haya sucedido lo que muchos comentaristas han afirmado a saber, en las palabras de Joaquín López-Dóriga, que "la maestra pidió demasiado" y tampoco es descartable, como lo han insinuado otros, que haya sido la propia lideresa del SNTE quien tomó la decisión de romper la alianza con el PRI para buscar nuevos derroteros electorales.Pero en espera de que nos enteremos de más chismes, quizás sea útil retomar un aspecto de este desencuentro tan crucial para el futuro inmediato y lejano del proceso electoral y, quizá más importante, de la educación en México. Como traté de explicar en un largo ensayo publicado en el suplemento dominical de esta casa en julio del año pasado, Elba tiene, como todo el mundo quizás, una forma muy peculiar y muy mexicana de hacer política. Se trata de una mezcla ingeniosa y a la vez desconcertante de tacticismo, sindicalismo y "wishful thinking". Tal vez la clave de la ruptura se halle justamente en esta combinación a veces explosiva.Tacticismo: en la vieja jerga leninista, es anteponer la táctica a la estrategia y a la teoría, e incluso hacer de la táctica una estrategia, cuando en realidad esta última no existe. Elba Esther tenía varias jugadas simultáneas para la elección de 2012. La primera era Ebrard por el PRD y Nueva Alianza; la segunda era Ebrard solo con Nueva Alianza como candidatura ciudadana; la tercera era Cordero por el PAN; la cuarta era la mejor alianza posible con Peña Nieto y Moreira. Sin especular sobre su preferencia entre estas cuatro opciones, se antoja evidente que eran incompatibles entre sí, y que cada una implicaba una estrategia de largo plazo diferente. No sólo un acuerdo cupular más o menos confesable, sino la construcción de la base social, política y mediática para cada una. Eso no lo hizo porque no lo puede hacer y nunca ha podido. Basta recordar el desenlace lamentable del heroico y loable esfuerzo que hizo Elba en 2003 para sacar la reforma fiscal de Fox.Sindicalismo: muy pocos grandes dirigentes sindicales -quizás únicamente Lula en la época moderna- son también grandes políticos. La esencia del oficio es distinta. En una negociación sindical, sobre todo en el sector público, por definición al final del camino siempre hay acuerdo. Se puede estirar la cuerda hasta el último minuto, a sabiendas de que no se va a romper. Se pueden tensar las cosas al extremo con plena conciencia de que siempre hay regreso. Ese es el estilo de Elba Esther y lo ha desplegado a lo largo de los últimos 20 años con mayor habilidad que nadie en México en la relación con la SEP. Pero en política partidista esto no funciona: la otra parte (es decir el sustituto de la SEP, o de Pemex, o de CFE, o del IMSS) sí puede patear el tablero y marcharse. No está escrito que a fuerza haya acuerdo al final; puede no haberlo, y al conducir el proceso sin preocuparse del deterioro de la confianza, la credibilidad, el realismo y la correlación de fuerzas, se corre el riesgo de que la otra parte se pare de la mesa y se vaya."Wishful thinking": Elba, como tantos otros, incluyendo él mismo, parecen haberse creído el sueño guajiro de Marcelo Ebrard. AMLO se bajaría de su candidatura, por un motivo u otro. Como lo dijimos en este espacio y en muchos otros desde hace tres años, eso nunca iba a suceder, y creer lo contrario era simplemente sucumbir ante los deseos piadosos de cada quien. Cuando no sucedió todos sacaron sus cuentas. Las de Elba con Peña ya no cuadraban.