A un año de la detención de Leopoldo López, Nicolás Maduro procedió a encarcelar a otro líder opositor, Antonio Ledezma, alcalde de Caracas. También permitió, o alentó, que enmascarados entraran en la celda de López, lo maltrataran y trasladaran a condiciones aún más adversas. La deriva represiva en Venezuela se acentúa, siguiendo la línea descendiente de los precios del petróleo, los ingresos fiscales, el abastecimiento de bienes básicos y la seguridad.Las acusaciones contra Ledezma, los intentos de desafuero, de arraigo nacional y la posible detención de María Corina Machado, han sido denunciadas en el mundo. EU, que desde 2003 ha seguido una política de casi no intervención en Venezuela, empezó cambiar al recibir Joe Biden a la esposa de López, Lilian Tintori. Lo mismo hizo Mariano Rajoy en España y el Alto Comisionado para Derechos Humanos en Ginebra, Zeid Ra’ad Al Hussein. La creciente campaña dedenuncia contribuye a la idea de aislamiento de Maduro y su séquito chavista y cubano. Es previsible que con Ledezma no termine la cacería ni la condena internacional.Lo desconcertante es el silencio latinoamericano voces como la de Mario Vargas Llosa u Óscar Arias, pero que no encuentra eco en gobiernos de izquierda, ni en movimientos o partidos progresistas de la región. Esto es flagrante en México, con la excepción del PAN ahora.Con una izquierda tan fragmentada, debieran sobrar voces contra las detenciones y la represión creciente en Venezuela, y que apoyen causas para las cuales buscaron apoyo en otros países: respeto a los derechos humanos, democracia, contra el autoritarismo… Podrían ser el PRD versión Los Chuchos; Marcelo Ebrard; Mancera como jefe de Gobierno del DF y colega de Ledezma, y por supuesto AMLO, que siempre dijo que no conocía a Chávez y no tener nada que decir al respecto; o los grupos más radicales que también luchan contra las desapariciones y la represión: los normalistas de Ayotzinapa, las ONG de defensa de los derechos humanos, o lo que queda de los zapatistas y de otros grupos ultra.En eso se juntan con EPN, quien tampoco se pronuncia. Quizá sea momento de cambiar de rumbo y Peña Nieto se atreva a proceder con un mínimo de congruencia: recibiendo en Los Pinos a representantes de la oposición venezolana para escucharlos y llegar a Panamá con mayor conocimiento de causa. Ojalá.