Tres derrotas de credibilidad

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Nada más normal para un gobierno con déficit de credibilidad que buscarla pidiendo prestado, con fuentes internas o externas. El de EPN entendía esto bien; apostó a imprimirle un sello de credibilidad a sus reformas a través de la cobertura favorable de la prensa internacional. Siguió con esta táctica, pero ahora se le ha volteado.Tres ejemplos. 1) El equipo forense argentino invitado por los padres de los normalistas de Ayotzinapa, con larga tradición de identificación de desaparecidos. Ni EPN ni Murillo Karam lo convocó, pero le permitió trabajar. No entiendo la lógica de dejar venir a esos peritos y buscar que avale la investigación de la PGR y luego, cuando no lo hacen, discrepar públicamente con ellos. No hay manera de que ese debate lo gane el gobierno. Los argentinos no son brujos ni santos, son técnicos dotados de lo que el gobierno carece: credibilidad.2) El Comité de Desapariciones Forzadas de la ONU. Por regla se excusó el miembro mexicano, Santiago Corcuera; hubiera podido explicar a los funcionarios que viajaron a Ginebra, y sobre todo a sus jefes en México, que no es buena idea deslindarse de las recomendaciones del Comité. No es ganable esa batalla en la plaza de las ideas o de la credibilidad. Tal vez prevaleció un prejuicio anti-EPN en el Comité debido al enorme número de desaparecidos y a la sangrienta guerra del narco del sexenio pasado. Aun así, resulta indescifrable la postura del gobierno de discutir públicamente con la ONU.3) The New York Times y la familia Murat. Además de las estupideces sobre la supuesta injerencia de Carlos Slim en los reportajes de compras inmobiliarias en Manhattan —el ingeniero tiene mejores cosas que hacer—, lo extraño es que el gobierno piense que puede ganar esa batalla de credibilidad y aliente a José Murat —y le permita a Alejandro— a entrar en una discusión pública con el periódico neoyorquino. La van a volver a perder.En los tres casos, se trata de frentes externos. La dependencia responsable de convencer al gobierno del mal camino es la SRE, pero está en otra sintonía: no hacer olas. Como dijo Luis Ernesto Derbez, mi sucesor en la cancillería: “Estamos influidos por ese concepto timorato de quienes consideran que la mejor política exterior es aquella que genera la menor fricción posible con el mundo, eso no es política exterior, es nadar de muertito.”Formulación inmejorable.

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