Jorge G. Castañeda
La elección del Estado de México es un cochinero. El PRI y el gobierno se han puesto a regalar mugre y media a la pobre gente necesitada de las comunidades más rezagadas. Abusan de las carencias reales, de la radical ausencia de la llamada cultura del esfuerzo, y de la presencia perenne de la demanda mexicana: el gobierno está para ayudarme. Bajo el cínico –aunque exquisitamente nacional– eufemismo del ‘apoyo social’, secretarios de Estado, incluso de dependencias como Hacienda (who should know better), el gobernador y hasta la esposa del presidente reparten tinacos, sillas de ruedas, pensiones, escrituras, reafiliaciones a distintos programas asistenciales, gallinas, pollos, hornos de microondas, lavadoras, monederos electrónicos, materiales de construcción, fertilizantes, uniformes escolares y cuanta porquería inventen. Todo, en muchas ocasiones según los medios nacionales, a cambio de la credencial de elector. No sé si les alcance para ganar, pero estoy seguro que basta para alejar a mucha gente de la política electoral en México. No tienen vergüenza.
Ahora bien, no podrían incurrir en semejantes cochinadas sin un triple ‘compló’: electoral, del INE con López Obrador; político-jurídico, de la oposición en el Congreso y la Suprema Corte; y fiscal, de la ASF y la Secretaría de Hacienda. Me explico.
En 2007 se redactó y aprobó una nueva legislación electoral con el exclusivo propósito de complacer a AMLO. Se inventaron cuarenta y ocho mil reglas, cortapisas, prohibiciones, mediciones, restricciones y reglamentos para evitar –en teoría– las trapacerías que, según AMLO, permitieron que se le arrebatara la victoria en 2006. Igual no quedó contento; se fueron legislando cada vez más letras de la ley, mientras se debilitaba día a día el famoso espíritu de la misma. Hasta que llegamos al Edomex de 2017. El gobierno viola con descaro el espíritu –“sin rubor”, parece que dijo Peña Nieto– de la ley, mientras que el PRI cumple, más o menos, con la letra. Y el INE no dice esta boca es mía. Se niega a atraer la elección y la deja en manos de una autoridad local entregada, comprada y controlada por completo por las autoridades de Toluca.
En segundo lugar, la oposición en ambas cámaras tendría cómo boicotear diversos temas de interés para el Ejecutivo en el Congreso
–desde nombramientos de embajadores y de la adorno-currículum vicepresidenta del Inegi, hasta el Presupuesto, la Ley de Seguridad Interior y la neutralización de la reforma judicial de 2008– a menos de que Peña y su gabinete desistieran de su desfachatez y de sus mañas. Pero para eso se necesitaría un mínimo de columna vertebral en dicha oposición (son iguales PAN, PRD y Morena), que por supuesto no se ve por ninguna parte.
Lo mismo es cierto de parte de la SCJN. Sabemos que no debe ocuparse de cuestiones electorales, para eso está el TEPJF. Pero la acción del gobierno no es estrictamente electoral: es criminal, inmoral y violatoria de todas las reglas de acción gubernamental. En una palabra, anticonstitucional, y eso sí es materia suya. Es inconcebible que los abogados de la oposición no busquen la manera –aunque fracasen– de obligar a la SCJN a definirse al respecto.
Por último, está el problema fiscal. El dinero con el que Rosario Robles, Eruviel Ávila, Luis Miranda, etcétera regalan todo lo regalable es nuestro: de los contribuyentes. No es del Edomex, que como todas las entidades federativas no recauda nada. Es de las magnánimas dependencias federales, pero en ninguna parte, que yo sepa, se estipuló que esos recursos se debían gastar en esas comunidades en estos momentos.
Si se aprobó ese gasto para el Edomex en el Presupuesto, no se determinó que se entregara en las dos semanas previas a la veda electoral. Y si no se definió el destino estatal del gasto de las dependencias federales involucradas, podemos preguntarnos por qué se canalizan tantos dineros a un estado ni tan rico, pero tampoco tan pobre. El Edomex ocupa el lugar 16 en PIB per cápita y en desarrollo humano de la ONU: a la mitad exactamente. O por qué se concentran los recursos en dádivas personales y no en escuelas o clínicas o caminos o cualquier esfuerzo colectivo, no individual. La respuesta es obvia: porque aún en el Estado de México, el voto es individual. ¡Qué asco!