Las alianzas PAN-PRD han surtido ya su primer efecto en la sucesión del 2012, y seguramente generarán más consecuencias de esta índole en los meses por venir. La lógica de las alianzas, tal y como lo afirmamos aquí hace unas semanas, es ésa justamente: cambiar la naturaleza de las elecciones del 2012 al provocar, por fin, la alternancia estatal en los últimos bastiones del viejo PRI.La primera baja es obviamente el secretario de Gobernación, cuya renuncia al PAN puede haberse originado por varias motivaciones, y puede revestir diversas implicaciones, pero para todos fines prácticos lo apartó de una hipotética candidatura del PAN en el 2012. La discusión sobre si alguna vez Gómez Mont albergó dicha aspiración o no es ociosa. Así era visto y en función de esa impresión actuaban sus interlocutores y otros aspirantes. Ojalá sobreviva como secretario de Gobernación; ojalá pueda sacar adelante las reformas políticas de las cuales se ha hecho cargo con audacia e inteligencia; ojalá no se vea obligado Calderón a sustituirlo por haberse transformado en esa intraducible figura de la política norteamericana llamada "lame duck".Más allá de si Gómez Mont tuvo razón en oponerse a las alianzas por principios o por acuerdos políticos con el PRI, el hecho es que la presión de abajo contra antiguos cacicazgos en los estados donde se van construyendo las coaliciones PAN-PRD -y que tiene aterrado a Peña Nieto- va creciendo. Y dentro del PRI la urgencia de parar la fulgurante carrera a la Presidencia del gobernador del Edomex ya ha alcanzado un nivel que, junto con el descontento popular, puede transformar dichas alianzas en movimientos incontrolables. ¿A qué me refiero? A que el ejemplo está cundiendo y lo que originalmente parecía algo limitado a Durango, y quizás Oaxaca, comienza a suceder en Puebla, Hidalgo, Sinaloa y hasta Quintana Roo.El caso de Sinaloa es quizás el más interesante porque el posible candidato de la alianza, Mario López Valdez, cuenta con una gran ventaja en las encuestas sobre el probable candidato del PRI, y porque cuenta con el apoyo y amistad de Juan Millán, factótum de la política de su estado desde hace algún tiempo, estratega y operador notable. Sinaloa fue un estado de carro completo, y su carácter emblemático para el priismo -incluso para el nuevo PRI-, es más agudo que el de otros estados. No tanto como Veracruz, por supuesto, donde se juega la fortuna del primer precandidato del PRI para el 2012. La alianza PAN-PRD no se dará en Veracruz, y por tanto es improbable que el candidato de Fidel Herrera pierda. Más aún, si el PAN optara por presentar a Miguel Ángel Yunes en lugar de Gerardo Buganza (que lo supera en muchos sondeos) podría producirse la alianza -tácita o explicita- al revés: PRI-PRD-Dante Delgado contra Yunes.En los otros casos, cuando uno escucha a los integrantes de movimientos ciudadanos empeñados en "sacar al PRI de Los Pinos locales", no puede más que recordar lo que sucedió en 2000 a nivel nacional. El hastío, el coraje y al mismo tiempo el entusiasmo que despiertan candidaturas comunes, en su caso ciudadanas, y con posibilidades de éxito se parecen como gotas de agua al México pre-2000, es impresionante. No depende de los méritos o las virtudes intrínsecas del candidato o la candidata; no depende de la viabilidad del gobierno estatal que se formará después de la victoria; ni siquiera depende de la camaradería entre estamentos plurales y en ocasiones confrontados que de repente surgen; provienen exclusivamente de las ganas de la alternancia. Quizás la mirada crítica del centro hacia los estados en torno a estas alianzas y a esa alternancia proviene del descrédito de la palabra en el seno de la comentocracia, después de la decepción que le generó Fox. Sin duda la alternancia es una condición necesaria, pero no suficiente para enderezar el rumbo. Pero suficiente quiere decir suficiente: sin ella nada es posible. www.jorgecastaneda.org; jorgegcastaneda@gmail.com