BRIC y derechos humanosPor Jorge G. CastañedaReforma(15-Oct-2009) Aprovecho la reunión anual de la junta de gobierno de Human Rights Watch, en la India, para compartir algunas reflexiones sobre los BRIC y los derechos humanos. Antes, y para no repetir lo que muchos han dicho en éstas y otras páginas sobre la liquidación de Luz y Fuerza, voy a resumir mi postura expuesta en otros medios: es una decisión audaz, acertada y de eficiencia económica del gobierno de Calderón; mas, por lo pronto, carece de contenido anticorporativista o antimonopólico.Regreso, los BRIC son estrictamente Brasil, Rusia, India, China, es decir, las economías grandes de países o poblaciones grandes, a los que se suele sumar a México, por tamaño, y Sudáfrica, por importancia regional y emblemática.La rápida recuperación económica de China y la India -este último crecerá más de 8 por ciento este año-, el ascenso de Brasil en lo internacional (desde la embajada en Tegucigalpa hasta la Olimpiada en Río) y otros factores contribuyen a generar la sensación de que por fin desde la Segunda Guerra Mundial aparecen en el escenario nuevos actores. En realidad hay más ruido que nueces: el PIB conjunto de los BRIC es el 60 por ciento del PIB de Estados Unidos; las economías rusa y mexicana disputan el primer lugar mundial de caída este año; y las posibilidades de que algún día Brasil y la India ocupen un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU son casi nulas. Pero la sensación existe, así como la ambición o el deseo de estos países de ser potencias globales. De ahí su insistencia en la ampliación del G-8 al G-8 más G-5, que devino en un G-20 y en ocasiones a 22 o 23.Pero ser líder mundial implica responsabilidades mundiales. Y aquí se complican las cosas. Las potencias tradicionales -el P5 más Japón y Alemania- asumen posturas proactivas, toman partido y formulan explícitamente sus intereses y la compatibilidad, o falta de ella, con sus valores. Los BRIC ampliados no. Sobre todo en la promoción de la democracia y la defensa de los derechos humanos.Con China y Rusia no sorprende: no pueden defender lo que no son ni practican o que tienden a aborrecer. Pero tratándose de la India, Brasil, Sudáfrica y México, el comportamiento es paradójico. Por muy tercermundistas que fueron -sobre todo la India- y por mucho que padecieron intervenciones extrajeras -otra vez la India-, se trata hoy de países que han sido democráticos desde su nacimiento -nuevamente la India- o que la alcanzaron después de luchas heroicas -Sudáfrica- o que fueron tenaces: Brasil y México.Sin embargo, ninguno quiere abanderar posturas de defensa de la democracia o los derechos humanos en su región o en el mundo. México ha vuelto a la vieja complicidad con Cuba y manifiesta la nueva con Chávez; Brasil consiente a Chávez, le saca jugosos contratos y le compra boleto en Honduras sin ruborizarse; Sudáfrica con Mbeki y con Zuma se abstiene de involucrase con vigor en la crisis de Zimbabwe y apapacha a Mugabe; y la India se acurruca con los generales de Myanmar, permite virtuales campos de concentración con 250 mil Tamiles en Sri Lanka y mantiene los principios de Bandung.Existe un evidente desfase entre el ascenso económico de los BRIC ampliados, su ambición política internacional y su influencia, no sólo con las causas que deben abrazar los líderes mundiales dignos de nombre, sino con los de su propia historia. Todas las potencias son hipócritas, pero en el siglo XXI se les reclama congruencia.Por esa importancia de los derechos humanos en lo internacional y en lo nacional, opino que las presidencias de las comisiones de derechos humanos deben quedar en manos de personas con credenciales internas impecables, pero también con experiencia internacional. Para la CNDH, aunque varios como Emilio Álvarez Icaza y Ricardo Sepúlveda serían muy superiores a su predecesor, sólo Patricia Olamendi daría la necesaria importancia a la creciente internacionalización del tema.